Este año recién comenzado conmemora el 150 aniversario de la fundación de las Hijas de Jesús por Santa Cándida María de Jesús. Hablamos de la pequeña gran historia de la orden y de su presencia en nuestra diócesis con la madre Teresa.

Las conocidas cariñosamente como “jesuitinas” nacieron pobremente, como una pequeña comunidad de 5 hermanas valientes, con unos medios muy limitados, en la Salamanca de 1871. Desde entonces, la orden se fue extendiendo poco a poco por el norte peninsular. En Segovia, se fundaron cuatro colegios para niñas, con sendas comunidades de religiosas, en Bernardos, Segovia, El Espinar y Coca entre 1887 y 1893, hoy, por desgracia, todos cerrados. Pero la orden está muy viva en 17 países del mundo, integrada por más de 700 hermanas.

El carisma de la orden es la evangelización a través de la educación integral, situando a la persona en el centro de todos los esfuerzos educativos con la base de los valores cristianos. En un principio (pensemos en la realidad del siglo XIX), se atendía a chicas jóvenes de toda condición social. Como en otros muchos casos, la mujer fue objeto predilecto de atención de la Iglesia: no estamos inventando nada nuevo en nuestros días.

La ciudad de Segovia cuenta con dos pequeñas comunidades que viven intensamente la filiación, la fraternidad y la disponibilidad con la referencia insustituible de María, nuestra Madre. Su servicio eclesial lo desarrollan participando en las actividades pastorales de las UPAs Centro y Cristo del Mercado-Santa Teresa.

Alberto Herreras, el colaborador de El Espejo en los temas de historia del arte, nos descubre el valor del colegio de jesuitinas del centro de la ciudad, en la antigua plaza de San Geroteo (hoy, de la Madre Cándida), que alberga restos de una de las sinagogas del siglo XV, la llamada sinagoga de Ibáñez. El cierre del colegio, en 2011, fue muy sentido por todos (la madre Teresa y el propio Alberto nos dan sus respectivos testimonios), pero fue un ejemplo de profesionalidad, dándose la continuidad que merecían alumnos y profesores, integrados en su mayoría en el colegio Claret. Hoy, el recuerdo cariñoso del colegio y de su comunidad religiosa sigue muy presente entre los segovianos.

La sección de El Laico ante el Espejo retoma el análisis de la instrucción “La conversión pastoral de la comunidad parroquial” que, desde la Congregación para el clero de la

Santa Sede, anima a renovar las parroquias dando un nuevo impulso evangelizador en el mundo actual.

La parroquia, recoge el documento, necesita encontrar otras modalidades de cercanía y proximidad respecto a las formas habituales de vida, que ya no son las de antes. Por ello, una pastoral que mantiene su campo de acción exclusivamente dentro del límite geográfico de la parroquia, está superada. Si a esto se añade la mera repetición de actividades sin incidencia real en la vida de las personas, es que estamos esclerotizando las parroquias, intentando que sobrevivan estérilmente con un modelo que ya no funciona.

¿Qué hacer, entonces? Los obispos proponen, entre otras cosas, la renovación de las estructuras parroquiales tradicionales en clave misionera, la adopción de nuevas formas de comunicación claras y comprensibles y la promoción de una verdadera cultura del encuentro, de la apertura al otro, lo que denominan el “arte de la cercanía”. No es fácil. En la vida parroquial del día a día hay muchas inercias, pero este es el camino que hay que tomar: de nada vale seguir añorando la feliz situación de hace 30 ó 40 años, nos viene a decir la Santa Sede.