Cambia Florida por Santander y, tras dos años, regresa a Estados Unidos decepcionada: "Me asqueó la comida"
Tras enamorarse de España durante unas vacaciones en 1995, Cristina Martínez, una norteamericana de ascendencia cubana, decidió vivir en Cantabria, pero ahora vuelve a cruzar el charco
Pintxos en el bar de tapas. Santander, Mar Cantábrico, Cantabria
Publicado el
4 min lectura
Cristina Martínez, una mujer estadounidense de ascendencia cubana, vivió un sueño europeo que se desmoronó rápidamente. Tras enamorarse de España en 1995 durante unas vacaciones, Cristina se trasladó en 2022 con su esposo a la región de Cantabria, en el norte del país, con la esperanza de disfrutar de una vida más tranquila y cercana a lo que imaginaba como el idílico estilo de vida europeo. Sin embargo, dos años después, la realidad fue muy distinta a sus expectativas. Al regresar a Estados Unidos, la exiliada turista confesó su desencanto por el país que tanto le había fascinado en sus visitas previas.
El amor de Cristina por España comenzó en 1995, cuando viajó al país por primera vez y quedó cautivada por su cultura, su gastronomía y su gente. Después de varias visitas, ella y su esposo decidieron que vivir en España sería un sueño hecho realidad. El paso a la acción llegó en 2021, cuando la pareja vendió su casa en Fort Myers, Florida, y se mudó a Santander en 2022. La idea era sumergirse en el estilo de vida europeo, con su tranquilidad, su buen clima y su cercanía a la naturaleza.
Durante los primeros meses, Cristina se sintió como en una "luna de miel". Disfrutaba de la costa cántabra, las montañas y la vida rural. Incluso compraron un chalet en el campo, lo que parecía confirmar que su decisión era la correcta. Sin embargo, pronto comenzó a notar que España no era todo lo que había imaginado.
Oficina de Correos y Telégrafos. Santander
A medida que pasaba el tiempo, Cristina se dio cuenta de que la vida en España no era tan idílica como pensaba. El clima fue uno de los factores más difíciles de afrontar. En el norte de España, los inviernos son largos, fríos, oscuros y húmedos, lo que resultó ser un desafío para ella. “No podía soportar seis o cinco meses de mal tiempo. Lluvias constantes, frío y humedad, me afectaron más de lo que esperaba”, relata. Además, la falta de aire acondicionado en los hogares españoles empeoró aún más la situación durante los calurosos veranos.
El choque cultural
Otro factor que le resultó difícil de digerir fueron los horarios y costumbres españolas. En su país de origen, los comercios están abiertos hasta tarde y no hay largas siestas en medio de la jornada. Cristina se frustraba al ver cómo los negocios cerraban a las tres de la tarde y no reabrían hasta la noche. "La forma de vivir de España me resultó muy diferente a la de Estados Unidos", afirma. La adaptación a estos horarios y la falta de servicios en ciertas horas fue una de las mayores incomodidades que experimentó.
La experiencia de vivir en España también le enseñó a Cristina que no todo es tan barato como parece. Aunque los alimentos en general eran más baratos que en EE.UU., los servicios públicos y la vivienda, en muchos casos, no eran tan económicos. Además, la falta de información previa sobre el funcionamiento de los sistemas y las leyes del país, como el problema con los okupas, le causó más de un dolor de cabeza. La posibilidad de que alguien ocupara su propiedad sin su consentimiento la dejó inquieta, ya que el sistema legal español es especialmente lento y complejo en estos casos.
Sin duda, uno de los mayores puntos de frustración de Cristina fue la comida española. Si bien al principio no tenía una opinión negativa, con el tiempo la gastronomía local le resultó repetitiva y poco variada. "Me cansé mucho y me asqueó la comida española", dice Cristina, destacando que en muchos lugares el menú parece estar limitado a fritos y mariscos. Aunque reconoció que en ciudades más grandes como Madrid y Barcelona existe más diversidad, no pudo adaptarse a los platos tradicionales que predominan en la región de Cantabria, una zona agrícola con influencia marítima.
Vista del puerto de la ciudad de Santander
Al final, tras dos años en España, Cristina decidió regresar a su país natal, donde se reencontró con la comodidad a la que estaba acostumbrada en Miami. “Me ofrecieron volver a mi trabajo como trabajadora social y no lo pensé dos veces. Decidí irme porque no sentía que España tuviera nada más que ofrecerme”, explica. Ahora, felizmente instalada de nuevo en Florida, Cristina asegura que no tiene intenciones de regresar a España, ni siquiera para una visita. “Toda esta experiencia me dejó un sabor de boca muy desagradable. No quiero ni volver de vacaciones. Estoy harta”, asegura.
Reflexión sobre la vida en España
Aunque su estancia en España no fue positiva, Cristina reconoce que la región de Cantabria es hermosa, con paisajes que combinan el mar y las montañas, además de ser un lugar tranquilo con poca delincuencia. Sin embargo, admite que estos elementos no fueron suficientes para que su vida en España fuera lo que había imaginado. "Me habría quedado allí si tuvieran una forma de vivir diferente", concluye.
La historia de Cristina es solo un ejemplo de cómo, a veces, lo que parece ser un sueño europeo puede volverse una pesadilla cuando se enfrentan las diferencias culturales, los problemas logísticos y las expectativas no cumplidas. A pesar de todo, Cristina no reniega de su experiencia, pero ahora tiene claro que su lugar está en Estados Unidos, donde el ritmo de vida, las costumbres y la comodidad le son más familiares.