La situación ya empieza a coger un cariz peligroso. El Real Oviedo ha vuelto a cosechar una derrota y firma un arranque de competición que deja muchas dudas y malas sensaciones. Porque el Oviedo cuajó un mal partido, en el que en defensa más o menos cumplió, pero en el que los problemas ofensivos fueron más allá de la ya conocida incapacidad para generar situaciones. Porque ni contra diez hubo sensación de que el Oviedo fue a por el partido.
En la primera parte el Oviedo quería que no pasara nada y lo consiguió. No pasó nada en contra y nada a favor. Los azules tuvieron su momento en torno a la media hora de juego. En un punto en el que el partido se agitó mínimamente, los azules encontraron cierto peligro con varios balones al área. Un agarrón sobre Bastón que no fue ni revisado y una chilena de Colombatto desde la frontal que blocó Dani Martín sin problemas fue el bagaje. Quizá escaso, pero en todo caso superior al del Andorra, que no pudo superar la muralla azul y no se acercó a Leo Román.
La segunda parte comenzó con algo más de ritmo, aunque era el Andorra el que se acercaba a la portería azul. Sin generar ocasiones claras. El guion podría haber cambiado con la expulsión de Scheidler pero el Oviedo no aprovechó la situación. No hubo cambios y la variación en el dibujo fue mínima y no impactó en el partido.
Y todo volvió a igualarse y a cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Luismi vio la segunda amarilla en una acción rigurosa y acto seguido Seoane cometió penalti en una acción sobre Lobete que el propio jugador andorrano transformó. Fue entonces, en el 85, cuando Cervera movió el banquillo e hizo un triple cambio, dando entrada a Masca, Jimmy y Paulino.
No hubo tiempo para que el triple cambio tuviera impacto y el Oviedo siguió sin dar sensación real de poder generar peligro. Una derrota que mantiene al Oviedo en descenso, penúltimo en la clasificación y firmando un arranque que ya sí, preocupa.