• Viernes, 26 de abril 2024
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REPORTAJE

Volver a mirarse a los ojos

Los mayores de 170 residencias de todo Aragón pueden desde esta semana recibir las visitas de sus familiares.

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MARTA LÓPEZZARAGOZA

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 15:16

Lucía tiene 9 años y lleva más de 2 meses sin ver a su abuela Esther. Cuando ve su figura, se dibuja en su rostro una gran sonrisa. Su madre la anima, emocionada: “Ve corriendo, ¡venga!”. Lucía no se lo piensa ni un segundo, suelta la mano de su madre y se dirige a toda prisa hacia su ‘yaya’. “¡Ay! ¡Qué alegría! ¡No esperaba verte”, le dice Esther. “Es que era una sorpresa”, le responde su nieta.

Así ha sido uno de los muchos reencuentros que las familias aragonesas han vivido gracias a la entrada de la fase 2. Los mayores de 170 residencias de todo Aragón pueden desde esta semana recibir visitas de sus familiares. De los 300 centros de la comunidad, estos 170 están considerados libres de COVID porque no han tenido ningún caso o no han registrado ninguno en los últimos 28 días, el equivalente a dos cuarentenas.

Pero más allá de las cifras están, como siempre, las personas. Ver a las familias, sin pantallas de por medio, está siendo emocionante para todos. Ana Rodrigo llevaba 81 días sin ver a su madre y a su tía. Las dos viven juntas en una residencia que no ha registrado ningún caso de COVID. Y aunque “la información ha sido constante” y ha podido hablar con ellas todos los días, volver a sentirlas cerca ha sido “un subidón de energía”.

“Al llegar a la residencia hubo un momento un poco de risa con mi tía porque nos queríamos acercar pero no podíamos tocarnos”, relata. En cualquier caso, sintió “felicidad” por volver a ver a sus seres queridos. Su tía ha sido muy consciente de todo lo que ha pasado pero su madre no. Ella tiene alzhéimer y, debido a sus especiales circunstancias, ha podido mantener con ella un contacto físico mínimo.

“Ha sido muy emotivo volver a tocarnos, aunque fuera ligeramente las manos y con gel hidroalcohólico de por medio”, explica. También iba equipada con mascarilla, una máscara protectora y una bata. Antes de eso, tuvo que pedir cita previa. Las normas, además, solo permiten un familiar por residente y solo durante una hora.

Para los mayores ha sido duro no poder salir. Así lo relataba Andrés, de 79 años. Ha pasado tiempo “entretenido con la lectura” y ha hablado con su familia “todos los días” por teléfono o a través de videollamadas. Es el residente más joven del centro Ballesol de Mariana Pineda, en Zaragoza y es muy autónomo.

Para él, poder mirar de cerca a su familia ha sido maravilloso. “¡Menudo cambio de verlos en persona a verlos a través de una pantalla!”, asegura. “Estamos deseando volver a abrazarlos, entendemos que no va a poder ser en un tiempo más o menos largo, pero al menos verlos, saber que están bien y que ellos también nos vean.

En este centro, tampoco ha habido ningún caso de coronavirus. Y aunque las visitas ya están permitidas en la fase 2, su directora, Vanesa García, prefiere ser prudente. Se han coordinado con las familias para hacer coincidir sus paseos con la salida al jardín de los mayores. Se ven a través de la reja del jardín mientras preparan un arco de desinfección y un sistema que permita la entrada al centro de una forma totalmente segura.

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En la residencia Ballesol de Mariana Pineda (Zaragoza), los familiares han podido ver a los residentes a través de la verja del jardínBALLESOL

“No queremos echar por tierra todo el trabajo hecho hasta ahora”, explica García. Y es que, durante todo este tiempo, han seguido un estricto protocolo de seguridad. Desde el principio, trabajadores y residentes se pusieron mascarillas y enseñaron a los mayores “a usarla bien, a lavarse correctamente las manos, cómo toser y el resto de medidas de higiene”. “Ahora tenemos 130 expertos en seguridad”, bromea. En abril, los 90 trabajadores se hicieron un test que dio negativo.

Por eso, las visitas sin reja de por medio todavía tendrán que esperar unos días, hasta que se habilite todo el sistema que están preparando. “Cuando venga un familiar, pasará por el arco de desinfección, luego con el resto de equipos de protección e higiene de manos, se le hará un control de temperatura y un cuadro clínico y, solo cuando veamos que es seguro, podrá acceder a una zona habilitada para verse directamente con su familiar”, asegura.

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Aunque las normas permiten las visitas de una hora, al principio se restringirán a media hora, “para que todos tengan tiempo de ver a su familiar en la primera semana”, explica. Mientras tanto, los mayores están felices y expectantes.

Durante todo este tiempo, han seguido haciendo su vida y sus actividades, “aunque respetando las distancias de seguridad”, explica el terapeuta Raúl Font. Son personas que han vivido una guerra, pero esto no se lo esperaban. “Es que ha sido muy grande, estamos un poco asustadillos”, comenta María Luisa. A sus 93 años, maneja los móviles “mejor que muchos jóvenes”, asegura la directora del centro. Ha hecho llamadas a 4 con sus 3 hijos. Pero verse, “es otra cosa”.

Un día, coincidiendo con los aplausos de las 8 de la tarde, sus familiares la vieron hasta bailando. “Los chicos pasaban y a lo lejos nos vimos, tocando palmas y aplaudiendo”, recuerda divertida. “Verte físicamente mucho mejor, claro, mucha alegría”, insiste.

También sintió mucha felicidad Carmen. Tiene 90 años y volver a ver a una de sus hijas a través de la verja del jardín, ha sido toda una experiencia. La primera en venir a verla ha sido su hija. Y, nada más encontrarse con ella, le dijo: “¡Qué guapa estás!”. Carmen le respondió sin dudar: “Es que me cuidan muy bien”. Lo recuerda entre risas, porque el buen humor no les falta.

También tiene 90 años Blanca. Está deseando volver a ver a su hija de Barcelona, ya que los viajes entre provincias siguen sin estar permitidos. Pero sí ha podido mirar a los ojos a su otra hija. “Lo primero que sentí es mucha alegría y que tenía ganas de darle un beso y un abrazo muy grande”. Después, estuvieron conversando “de otras cosas”. “Me hace muy feliz saber de la familia a través de lo que me cuenta mi hijo, mi yerno o quien venga”, asegura.

Todos ellos derrochan energía. Y las visitas han tenido mucho que ver en eso, como explica su terapeuta, Raúl Font. “Se les nota muchísimo, su estado anímico es mucho mejor, están más contentos y ven la situación de otra manera”, afirma. Este profesional tiene claro que esta situación de alivio es muy positiva para ellos. “Ver a un familiar, aunque sea cinco minutos, les da una alegría enorme”.

Sus voces transmiten felicidad y mirarse a los ojos con los suyos les ha vuelto a llenar de vida. Faltan los abrazos y los besos. Pero la desescalada sigue. Y eso también llegará…

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