La iglesia de Santo Domingo y San Martín de Huesca ha acogido, un año más, el acto con el que se inicia de forma oficial la Semana Santa Oscense y que se centra en la lectura del pregón que, este año, ha corrido a cargo del Obispo de Teruel y Albarracín, el oscense José Antonio Satué, que ha tenido la ocasión de volver a la que años atrás fue su parroquia.

Ha comenzado asegurando que es un “honor” compartir este acto “tan entrañable”, ha saludado al Administrador Apostólico de la Diócesis de Huesca, don Vicente Jiménez; ha dicho que a esta diócesis le debe tanto como la ama y ha tenido palabras para las cofradías presentes, a las que les ha agradecido por “acoger y enriquecer las costumbres y tradiciones que habéis heredado de vuestros padres y que estáis transmitiendo a vuestros hijos”.

De forma sorpresiva, ha continuado contando un cuento, el que una mujer que descubrió el arte de hacer fuego y que lejos de guardarse para sí tal hallazgo lo compartió entre quienes siguieron haciendo fuego y entorno a él se reunían con alegría y entre quienes acudían al lugar en el que un día hubo fuego pero ahora sólo había piedras. Ella insistía en la importancia del fuego y en reavivar lo que un día calentó no sólo sus cuerpos, sino también sus corazones.

El fuego ha sido el elemento central sobre el que José Antonio Satué ha girado su intervención, para tratar de hacer reflexionar sobre las celebraciones o vivencias con o sin sentido. Tal es así que ha asegurado que junto a Patricia Bédenas a la guitarra han venido “a recordar y avivar el fuego que da sentido a nuestras celebraciones y procesiones de Semana Santa, y a todas las actividades de las parroquias” y es que “ese fuego se llama Jesús de Nazaret” y “sin él, nuestras celebraciones se convierten en ritos vacíos, las procesiones sólo son desfiles pomposos; la catequesis, propaganda sin alma, y nuestras Cáritas, ONGs sin corazón”.

En este punto, ha invitado a los presentes a preguntarse si “¿también si Jesús, fuego de amor, da sentido y esperanza a nuestra vida personal, en los mejores y peores momentos?”.

A continuación, ha relatado los últimos días de la vida de Jesús y en dicho relato, la palabra amor, se ha ido intercalando con otras como emoción, tensión, cerco, silencio, miedo, esfuerzo, dolor, tristeza, abatimiento, condenado...para llegar a un punto de su intervención en la que ha asegurado que “contemplando a Cristo descubrimos que la lógica de la Semana Santa no es la del sufrimiento por el sufrimiento, sino la del amor que se entrega, aunque duela”.

Un momento especial de este pregón ha sido cuando José Antonio Satué se ha detenido a hablar del Viernes Santo, y se ha podido escuchar situaciones como que “Judas lo vendió con un beso”; “los discípulos huyeron”; “Pedro negó por tres veces que lo conocía”; “las autoridades religiosas lo despreciaron”; “castigo” o “azotes”. Vivencias que quedan lejos en el tiempo y pero, sin embargo, “el Viernes Santo continúa hoy” y es que “cuando nos falla la amistad, el amor, la justicia, la paz, el trabajo, la salud… nos llega la cruz. Cuando fallamos a la amistad, al amor, a la justicia, a la verdad…, condenamos a otras personas a la cruz de la soledad, de la pobreza, de la guerra…”.

Ha sido entonces cuando la palabra amor ha vuelto a adquirir gran protagonismo y ha revelado su importancia, ya que Satué ha afirmado que “nosotros llegamos hasta el final por tanta gente buena que Dios siembra a nuestro lado, por tanto amor limpio que nos levanta cuando caemos, por tantos hombros que se arriman y comparten nuestras penas” y “también nuestra sociedad sigue adelante, aunque sea “a trancas y barrancas”, gracias al amor de muchas personas generosas, de todos los credos e ideologías, que comparten tiempo, bienes y cariño; gracias al trabajo de Cáritas y Manos Unidas, de tantas cofradías, que fieles a sus orígenes, han comprendido que no podemos ser verdaderos cristianos si sólo nos preocupamos de dar esplendor a nuestro paso y a nuestra procesión, si no vemos y servimos a Jesús en cada persona que nos pueda necesitar”.

A modo de conclusión, José Antonio Satué ha pedido que “¡Avivemos el fuego de Jesucristo en nuestras celebraciones y procesiones, en nuestro quehacer cotidiano, en nuestra vida!”, porque “el fuego de Jesucristo nos ayudará a superar el individualismo, el fuego de Jesucristo nos quemará la indiferencia, el fuego de Jesucristo desvelará nuestros sectarismos” y “así podremos entrar por el camino de la reflexión, la autocrítica y el discernimiento”.

Ha añadido que “el fuego de Jesucristo puede curarnos de la epidemia de relativismo y mentira que asola la vida política, social y también eclesial; el fuego de Jesucristo puede consumir nuestras vidas recortadas por el egoísmo y nuestra solidaridad de pacotilla, el fuego de Jesucristo puede iluminarnos la senda del amor auténtico, el fuego de Jesucristo puede, en fin, ahuyentar los fantasmas de la desesperanza y el sin sentido de tantos hombres y mujeres, mayores, jóvenes y niños que, afectados por el ambiente de desánimo en el que vivimos inmersos, no encuentran motivos para vivir”.

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Un pregón que ha dedicado a Luis García Torrecilla, el párroco que le enseñó a “encajar las alegrías y dificultades del sacerdocio” y “del que fui aprendiendo muchas de las intuiciones que esta tarde he pretendido transmitir”.

Su intervención finalizó con un ruego, no aplaudir, sino guardar un momento de silencio y oración, para que cada uno pueda contarle a Dios lo que ha sentido en estos minutos.