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Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Puente

Tiempo de lectura:2Actualizado18 mar 2023

Una carretera muerta tiene mucha más utilidad de la que su nombre indica. Es un lugar idóneo para pasear al perro. Los tramos largos sirven para que los ciclistas pedaleen sin miedo al atropello. Esas dos palabras, carretera muerta, sirven para el título de una película. Excuso decirles, dilectos oyentes, la prestancia que en la portada le da el sintagma a una novela. Opciones múltiples a gusto de la imaginación y género que cultive el autor. Carretera muerta al infierno predispone a una narración bélica o de terror; carretera muerta hacia el amor ha de ser un libro romántico con un punto trágico; carretera muerta en la niebla forzosamente nos conduce a esas historias distópicas que cuentan un futuro apocalíptico.

Una carretera muerta es también el refugio de coches con las luces apagadas que acoge gratis sin pedir el DNI ni hacer preguntas a amantes furtivos que, orillados en las cunetas, sacian su avaricia de besos. Incluso, como sucede en la antigua carretera de Granada a la altura de La Cerradura, un difunto tramo de asfalto se convierte en un museo al aire libre de miliarios e hitos kilométricos.

Sin embargo, ¿de qué sirve un puente que no une nada? Los más veteranos, lectores de los tebeos de Escobar, apelarán a que Carpanta vivía debajo de un puente. Fue noticia hace unos años una persona que encontró residencia en un viaducto de hierro de los que adornan la Vía Verde del Olivo. Un solitario que dispuso su morada entre las arcadas metálicas. Disfrutaba de vistas inmejorables a 30 metros de altura hasta que fue desalojado por la autoridad.

Hay, sin embargo, un puente de renombre abandonado a su suerte. No lo diseñó un cualquiera. Su traza corresponde a Andrés de Vandelvira, el mismo arquitecto de la Catedral de Jaén o de la Iglesia de San Juan en Mancha Real. El puente Ariza. En su tiempo unía las poblaciones de Úbeda y Arquillos. La construcción del embalse del Giribaile lo hundió -literalmente- en el olvido de donde sólo emerge en épocas de sequía. Me lo sugirió mi hermano Jesús, ¿por qué no se desmonta piedra a piedra para reubicarlo en un lugar donde se convierta en otro atractivo más de la riqueza renacentista de la provincia? He aquí una utilidad óptima para invertir los fondos europeos y las peonadas del PER. No abrigo esperanzas. Mucho me temo que el puente Ariza seguirá sirviendo sólo para aliento de poetas melancólicos.

Palabras, divina palabras


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