
Hoy: Los hunos y los hotros
Jaén - Publicado el
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La noticia ha pasado un poco desapercibida. Es cierto que los medios de comunicación, impresos y digitales, de la provincia la han publicado. Sin embargo, se ha perdido en el maremágnum de acontecimientos españoles e internacionales que nos ha brindado el mes de junio.
El papa -con minúscula según la Ortografía de la Academia- León XIV -cardinal y no ordinal según la misma Ortografía- ha firmado un decreto a propuesta del Dicasterio para la Causa de los Santos por el que beatifica a 124 asesinados en la provincia de Jaén durante la Guerra Civil. Sacerdotes, monjas y laicos.
Justo un mes antes, el 20 de mayo, los arqueólogos empezaron los trabajos para localizar 173 víctimas de la represión franquista enterradas en la fosa 584 del cementerio de San Eufrasio de Jaén. Fueron unos y otros víctimas del odio más oscuro -si se me permite el pleonasmo-. Envidias. Rencillas personales. Fanatismo. Venganza. Tamaña maldad, que se enseñoreó de España durante los tres años de la contienda, y posteriormente en las décadas de la dictadura, causó sangre, muerte y dolor.
Jaén fue bombardeado por la aviación rebelde. No era un objetivo militar. Se trataba de una represalia por un ataque de los aviones republicanos contra Córdoba. Las bombas no distinguieron ideologías, edades o sexos. Murieron unos que apoyaban el golpe militar, otros que defendían a la República y muchos que sólo pretendían vivir. Sólo vivir.
Durante la guerra, siendo Jaén zona roja, penaron los de un bando. Con la victoria de los nacionales pagaron los del otro. Los hunos y los hotros -con hache ambos- según la expresión de Miguel de Unamuno. Sin posibilidad de entenderse. Han pasado ochenta y nueve años y sigo pensando que todavía estamos lejos de cumplir con la petición que Manuel Azaña pronunció en Barcelona dos años justos después del inicio de la guerra: “paz, piedad y perdón”.
Los cuerpos sin identificar de la fosa 584 o los beatificados hace unos días son españoles. Nuestros. De todos nosotros todos ellos. Sin que una facción, interesadamente, pueda apropiarse de su memoria para promover el enfrentamiento.
La bajeza política e intelectual recurre a las expresiones “comunistas” o “fascistas” en las peleas barriobajeras de las Cortes. No han aprendido nada de la historia quienes así se conducen. Tampoco cabe esperanza. Por mucho que queramos ni a los unos ni a los otros -con o sin hache, como ustedes prefieran- cabe la posibilidad de hacérselo entender. Sólo pido que esos miserables nos dejen vivir en paz.
Palabras, divinas palabras.