‘Un Oscar para Oscar’: actorazos para una comedia endiabladamente divertida
¡Mis queridos palomiteros! Un Oscar para Oscar: actorazos para una comedia rabiosamente divertida. El Teatro Bellas Artes de Madrid, dirigido por el reconocido productor de teatro, don Jesús Cimarro, exhibirá hasta el 24 de julio Un Oscar para Oscar, que es una excelente comedia sobre los entresijos del mundo del espectáculo y sus afluentes menos edificantes, que su guionista y director, Mario Hernández, ha sabido ensamblar en la dramaturgia con gran habilidad.
Resulta muy útil y provechosa la reflexión y autocrítica que el montaje despliega en torno a aquellos asuntos donde la economía choca con la cultura, y viceversa, que finalmente terminan por converger y entenderse.
Un Oscar para Oscar: actorazos para una comedia rabiosamente divertida
A su vez, Un Oscar para Oscar pone sobre el tapete la hipocresía de un mundo dominado por la cultura de la imagen y el uso desmedido de las RRSS, precisamente en manos de quien debería mostrar algo más de respetabilidad. Por otro lado, la historia también afronta de puntillas temas algo oscuros sobre los premios de cine.
Además, la idea de una sociedad descarnada, con algunos personajes sin valores ni ética, acentúa las posibilidades del buen funcionamiento de esta trepidante comedia, que se toma en serio lo que dice, entre otras cosas, porque lo hace creíble. Y ello es así gracias a un cuarteto de actores que interpreta sus roles con gran pasión y determinación.
En este sentido, Hernández ha sabido extraer de cada intérprete lo mejor de sí mismo para ofrecer una lección de cine de cada uno de ellos. Bien afinados y bien perfilados.
Por su parte, la pieza de teatro se ambienta en Los Ángeles, precisamente el mismo día de la celebración de los premios Oscar, donde se aloja en un modesto hotel nuestro protagonista, Oscar Manzano -candidato al Oscar al mejor corto- (Jon Plazaola) y al que acompañan el ministro de Cultura, Guillermo Barrientos (Agustín Jiménez), y la ministra de Hacienda, Irene Navarro (Mara Guil).
Hernández ha sabido extraer de cada intérprete lo mejor de sí mismo para ofrecer una lección de cine de cada uno de ellos. Bien afinados y bien perfilados
La escena se encuentra muy bien delimitada en sus dos principales ambientes escénicos, donde se producen situaciones desternillantes, tanto por su potencial en la dramaturgia como por el ajustado peso actoral. Todo ello siempre mostrado de modo armónico: los gags funcionan a tiempo, así como las zonas de meseta no se desencajan de la aventura. De hecho, estos rasgos están bien subrayados desde el punto de vista de una estructura límpida.
Se aprecia, en este sentido, la coherencia argumental del relato, que homenajea al cine español e incluso al director de cine británico Alfred Hitchcock en su maravillosa historia romántica Encadenados, que es sin lugar a dudas el filme que mejor ha hincado el diente a los conflictos amorosos. Y, sobre todo, la admiración que Hernández profesa por el madrileño Miguel Mihura -ese genio del teatro del absurdo español- y su valiosa Tres Sombreros de copa.
Todo ello se cocina a un ritmo de vértigo, que da el tono ideal a la comedia. Muy acertada, por cierto, la declaración de intenciones del personaje de Paula al final de la aventura.
Nos hallamos, pues, ante un grande y muy recomendable espectáculo, que además de ofrecer un imponente recital interpretativo, cuenta con un guion que no da puntada sin hilo. Gran catarsis
