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Los casos de anorexia aumentaron un 20% debido a la pandemia y a las redes sociales

En España son 400.000 las personas que padecen anorexia nerviosa. El 5% de las mujeres adolescentes padece trastorno compulsivo alimentario (TCA) y en los hombres solo un 0.3%

Los casos de anorexia aumentaron un 20% debido a la pandemia y a las redes sociales

Jorge Richter

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 16:27

“Yo al principio no pensaba que tenía un problema, pensaba que estaba a dieta, que me estaba cuidando”. Así han empezado las entrevistas a María, Lucía y Natalia; tres chicas de entre 16 y 18 años que sufrieron anorexia.

Natalia es la que más joven empezó a padecerla. Con 13 años se lo diagnosticaron, pero llevaba desde los 12 sufriendo la enfermedad: “Quería llegar a lo que está visto como perfección”. Sacaba buenas notas, hacía triatlones, tenía el cuarto recogido siempre. Con la entrada en la adolescencia empezó a sentirse mal y a verse mal: “Siempre me consideré más madura que mis amigos y eso me llevó a sentirme muy sola”.

Detrás 9 de cada 10 casos de anorexia en España hay una mujer de entre 12 y 25 años. En el caso de María, de 18 años. Desde que tiene uso de razón, ya tenía conductas cercanas a los trastornos alimenticios: “El síndrome del atracón, pagar la ansiedad con la comida, desde muy pequeña. Pero a partir de los 14 años, empecé a obsesionarme más con mi cuerpo. Con estar delgada”. El 70% de los adolescentes no se sienten bien con su cuerpo y 6 de cada 10 chicas adolescentes cree que sería más feliz estando más delgada. Alrededor del 5% de las mujeres adolescentes padecen anorexia.

Para María, las redes sociales tuvieron un gran peso en su problema: “En Instagram, Twitter, Pinterest… ves un montón de modelos que suben muchísimo contenido sobre su cuerpo, y que se dedican a ello… pero acabas entrando en una comparación constante con ellas”.

Lucía , de 17 años, también empezó a mostrar síntomas muy temprano: “Con 11 o 12 años ya empecé a preocuparme por mi físico. Pero nadie se daba cuenta, ni siquiera yo, porque eran pensamientos internos”. Pero con los años empezó a desarrollar las conductas propias de las TCA: “Primero restringiendo alimentos y luego vomitando”. Aunque en muchos casos, la bajada de peso sí es apreciable a simple vista, en otros no es tan visible. “A mí me lo notaban más en mi cambio de personalidad que en mi cuerpo. Estaba más apática, más triste, más apagada”.

En el caso de Natalia y María sí adelgazaron, y mucho. Tanto, que llegaron a pesar 42kg y 39kg respectivamente. Lucía, la más alta, con 1,75 cm; llegó a pesar 57kg en el peor momento de su enfermedad.

Papá, Mamá, creo que tengo un problema

Para Natalia jugaron un papel muy importante sus familiares. “Mis padres empezaron a notar que estaba adelgazando más de lo normal. Pero no se preocuparon, pensaron que sería el estirón”. Natalia se fue un mes a casa de su tía en Estados Unidos. Al volver, cuenta, que sus padres no la reconocieron. “Esto ya no es el estirón. No me brillaban los ojos, me costaba sonreír…¡Me costaba hablar! Literalmente no podía hablar, me cansaba mover la mandíbula”.

Sus padres quisieron ir al hospital pero ella no quiso. Una semana después, tras su entrenamiento de triatlones, la entrenadora llamó a la madre de Natalia preocupada porque no era capaz de rendir al mismo nivel. “Mi madre decidió entonces coger un día de vacaciones y me fue a esperar a la puerta del colegio. Yo al salir, solía ir a casa, coger las cosas del entrenamiento e irme. Pero me paro un momento. Y me pidió que me sentará a comer. Macarrones blancos. No pude hacerlo, y ahí sentada empecé a llorar. Mi madre no me obligó a comerlo, pero date cuenta de lo que te está pasando”.

María llevaba ya un cierto tiempo restringiendo alimentos cuando empezó a vomitar. “Llegó un momento en el que comía en exceso, me daba un atracón y vomitaba. Y los vómitos son algo adictivo. Ahí empecé a pensar que algo malo estaba pasando. Pero no le di importancia”.

Y llegó la cuarentena. Fue el momento en que la madre de María se enteró. “Ella y yo nos empezamos a dar cuenta de que algo pasaba pero sin ser conscientes de la gravedad del asunto”.

Al empezar 2º de bachillerato, María entró en depresión. No quería salir de su casa, de su cuarto, de su cama. “Me centré a un nivel tan obsesivo, de que me veía más gorda porque había comido… algo. Y ahí mi madre ya buscó ayuda”.

Para Lucía, los ataques de ansiedad se convirtieron en algo constante. “Me preguntaban si podía ser una bajada de azúcar, si había desayunado bien”. Fue ella la que decidió pedir ayuda. “Me di cuenta de que algo no iba bien, y decidí ir a terapia. Llevo en tratamiento 2 años, unos pocos más en terapia y aun sigo en proceso de recuperación”.

Pandemia, confinamiento y redes sociales

Ninguna de las tres pensó que las redes sociales les estaban afectando tanto. “Al final, están tan metidas en la sociedad, las redes, los filtros… no te das cuenta de todo lo que consumes ese tipo de contenido. Y al final te comparas con todo ello” cuenta Lucía.

La comparación es uno de los principales síntomas de la anorexia nerviosa. Natalia lo recuerda como algo que hacía constantemente, “me comparaba con modelos, influencers… hasta con la gente de la calle. Ves a otra persona y te dedicas a comparar piernas, si ella las tiene más delgadas que yo. Y eso con personas que me podían sacar 35 años”.

A la vez, Lucía empezó a visitar ciertos blogs “muy peligrosos”, en los que daban trucos para poder adelgazar rápidamente. “Esas web se dedican a incitar a practicar la bulimia o la anorexia. No se como no están cerradas esas webs”.

Con el confinamiento, estás conductas se acentuaron, y el número de casos en España aumentaron en un 20%. Ahora son 400.000 las personas en España que padecen anorexia nerviosa. “Yo era capaz de dormir 10 horas y estar las otras 14 mirando el móvil. Y unos vídeos que empezaron a crecer mucho durante la pandemia eran los de recetas de comida sana, y los de gente practicando deporte. Y eso es una persona que ya ve distorsionado su cuerpo, que está obsesionada con el peso, si el resto de la gente lo hace, una persona con TCA lo hace en mayor medida” nos cuenta María.

El doctor Ricardo Camarneiro es psiquiatra del Hospital Niño Jesús de Madrid, centro médico que empezó a visibilizar los aumentos de casos de anorexia nerviosa durante el confinamiento. “Al estar en casa, han tenido mucho tiempo para visualizar internet. Y en personas que padecen este tipo de trastornos, acaba viéndose amplificado y en una velocidad más brusca”.

La anorexia nerviosa es una de las tres enfermedades mentales con más tasa de mortalidad junto con la esquizofrenia y la bipolaridad, con un 5%. Aun así, los últimos estudios indican que la proporción de pacientes totalmente curados aumenta del 68 al 84% si se amplían los años de seguimiento de los pacientes.

Natalia, María y Lucía están bien. Siguen un tratamiento, siguen yendo a terapia, pero pueden tener una vida normal. Aun así aseguran que la anorexia no se puede curar para siempre. “Podríamos compararlo con el alcoholismo en el sentido en que nunca dejas de tener ese problema, aprender a vivir con ello. La diferencia es que un alcohólico no tiene que beber, pero nosotras lo que tenemos es que no dejar de comer”.


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