Así era Suso Díaz, el padre de la ministra Yolanda que ha muerto a los 80 años: "Aprendió en las reuniones sindicales clandestinas en casa"

Comisiones Obreras confirmó el fallecimiento en la noche de este martes 8 de julio del que fuera secretario general del sindicato durante ocho años

José Manuel Nieto

Publicado el - Actualizado

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El histórico sindicalista gallego Suso Díaz Díaz, padre de la ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, ha fallecido a los 80 años. La noticia fue confirmada por Comisiones Obreras en la noche del martes 8 de julio. Con su muerte, desaparece una de las figuras clave en la defensa de los derechos laborales en Galicia durante el tardofranquismo y la transición democrática.

Nacido en Ferrol en 1944, Suso Díaz comenzó a trabajar como aprendiz en los astilleros de Astano (actual Navantia Fene) a los 14 años. Poco después, en 1962, participó en su primera huelga. Fue el inicio de una trayectoria marcada por su firme compromiso con el movimiento obrero y su activismo en la clandestinidad sindical. En 1969 fue arrestado por primera vez. Volvería a prisión en 1972, tras los sucesos del 10 de marzo en Ferrol, cuando las movilizaciones sindicales fueron duramente reprimidas por el régimen franquista.

La Unión Nacional de CCOO de Galicia, organización que lideró entre 1992 y 2000, ha destacado que siempre mantuvo vivo el recuerdo de aquellas jornadas históricas de lucha y represión, considerando que Galicia fue durante esos años una vanguardia obrera y antifranquista. En el año 2000 cedió el testigo a Xan María Castro, aunque nunca se desligó de las causas sociales. Mantuvo hasta el final su participación en movimientos como SOS Sanidade Pública o la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica.

Un sindicalista en la intimidad de una casa

En lo personal, Suso Díaz se convirtió en una figura que reflejaba el espíritu militante de toda una generación. En entrevistas recientes, recordaba con ironía cómo había pasado de ser “el padre de Yolanda” a quedar eclipsado por la notoriedad política de su hija. “Es ley de vida”, decía, aunque reconocía que desde que Yolanda está en el Gobierno de España, la ve poco. "Ahora a quien no conocen es a mí", apuntaba.

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Esa distancia no rompió el vínculo familiar ni el diálogo político entre ambos. “Hablamos mucho de política, pero discrepamos también”, relataba en tono conciliador. Una de esas discrepancias surgió cuando su hija dejó el Parlamento gallego para marcharse al Congreso. “Tuvimos una pequeña discusión, pero se queda ahí. No me voy a enfadar con mi hija por pensar distinto”.

Suso veía en Yolanda una ministra con "actitud de sindicalista", convencido de que su modelo de diálogo social tenía raíces profundas: “Aprendió en las reuniones sindicales clandestinas que se celebraban en casa”, decía. Admiraba los avances de la actual reforma laboral, aunque reconocía que aún queda mucho por hacer: “El mundo no se cambia en un día ni en cuatro años”.

Legado político, cultural y familiar

A pesar de su trayectoria pública, Suso siempre se consideró “de pueblo”. Vivía en Oleiros, adonde se trasladó en 1994 desde A Coruña porque ya le parecía una ciudad demasiado grande. A Madrid apenas viajaba, salvo para ver a su nieta, a la que llevaba al colegio o sacaba a cenar. “La nieta se lo pasa pipa conmigo”, decía con humor, convencido de que los abuelos hacen con los nietos lo que no hicieron con los hijos.

En los últimos años, volvió a la política activa, aunque con un papel simbólico. Cerraba la candidatura municipal de la coalición Por Coruña, vinculada a Unidas Podemos e Izquierda Unida, solo para “echar una mano”. Subrayaba que en A Coruña no había fricciones entre Sumar y Podemos, a diferencia de otros territorios. “Aquí nadie dudaba de la candidatura única”.

Cultura, memoria y compromiso marcaron su vida. Era abonado de la Orquesta Sinfónica de Galicia, le gustaba pasear, leer y atesoraba una colección de vinilos que pensaba dejar en herencia a Yolanda, “siempre que no los venda”, bromeaba.

Entre los reconocimientos que recibió se encuentran el Premio 10 de Marzo de CCOO, por su papel en la lucha obrera, y el galardón de la Fundación Luís Tilve de UGT-Galicia, otorgado el año pasado. Su legado, más allá de los premios, queda en la historia del sindicalismo gallego y en las convicciones que sembró en casa.