El pasado español de la ciudad desde la que Puigdemont ha roto con el PSOE: la razón por la que ha hablado desde allí y por la que la reclama Cataluña
El líder de Junts ha asegurado que "el gobierno no podrá recurrir a la mayoría de la investidura y no podrá gobernar"
Puigdemont explica los motivos de la ruptura con el PSOE en una rueda de prensa desde Perpiñán
Madrid - Publicado el
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El líder de Junts per Catalunya, el fugado Carles Puigdemont, ha anunciado la ruptura del llamado "acuerdo de Bruselas" y el paso de su formación a la oposición. El independentista ha amenazado, además, al Partido Socialista, asegurando que "si la militancia aprueba la ruptura, el Gobierno no podrá recurrir a la mayoría de la investidura y no podrá gobernar".
La portavoz de los socialistas, Montse Mínguez, ha subrayado desde la sede de la calle Ferraz que su formación mantiene la "mano tendida" hacia Junts y apuesta por "el diálogo" y la "búsqueda de acuerdo" porque cree que "vale la pena" seguir gobernando.
Plaza de León Gambetta y Catedral de Perpiñán (Francia)
El secretario general del PP catalán, Santi Rodríguez, considera que esta "escenificación" de JxCat tiene "escasa credibilidad" y recuerda a "la época del procés". Por otro lado, Rodríguez ha apuntado que la "única salida" que contemplan y "valoran" es la convocatoria de elecciones generales".
Debido a su condición de fugado de la Justicia española, la rueda de prensa ha tenido lugar en la ciudad francesa de Perpiñán, que, ubicada en la región de Occitania, es tenida por la capital de la histórica región del Rosellón, un territorio que perteneció casi cinco siglos al reino de Aragón.
LA INCORPORACIÓN A LA CORONA DE ARAGÓN
En julio del año 1172 murió sin descendencia el conde de Rosellón, Gerardo II. Este acontecimiento permitió al rey de Aragón, Alfonso II, apodado "el Casto" o "el Trovador" convertirse en "el primer monarca que pudo reunir indistintamente los títulos real y condal que consagraban la formación de la Corona de Aragón", según explica el historiador Esteban Sarasa Sánchez.
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En 1231, el rey Jaime I de Aragón conquistó la isla de Mallorca y la convirtió en reino. Hasta el año 1260, era su primogénito, el infante Alfonso, quien estaba llamado a heredar todos los territorios que gobernaba su padre. Sin embargo, a la muerte de este, el monarca se decidió a redactar un testamento nuevo en el que dividía sus dominios. De este modo, en julio de 1276, muerto el Rey Conquistador, sus hijos Pedro y Jaime se dividieron los territorios que había gobernado su padre, tal y como lo dispuso en su testamento.
Pedro pasó a ser Pedro III de Aragón y Jaime se convirtió en Jaime II de Mallorca. El reino de Mallorca estaba compuesto entonces por las islas Baleares: Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera; los condados del Rosellón y la Cerdaña; el señorío de Montpellier; el vizcondado de Carladés, en Auvernia; y la baronía de Aumelas, contigua a Montpellier.
Durante más de medio siglo Mallorca estuvo separada de la Corona de Aragón, aunque sus reyes eran vasallos de los aragoneses. Fue en 1343 cuando Pedro IV de Aragón usurpó el trono a su cuñado, Jaime III de Mallorca, y recuperó Mallorca —y con ello el Rosellón— para Aragón.
de fernando "el católico" a felipe iv
La pareja conformada por Juan II de Aragón y Fernando II de Aragón y V de Castilla —padre e hijo— estará siempre unida a la memoria del condado del Rosellón. En 1463, en plena la guerra civil aragonesa (1462-1472), el rey de Francia, Luis XI, aprovechó para anexionarse los condados catalanes de la Cerdaña y el Rosellón.
"Fernando el Católico", Bernardino Montañés y Pérez (1848)
Antonio Domínguez Ortiz explica en España, tres milenios de historia (2000) que "Juan II buscó la ayuda de Luis XI de Francia, y como garantía del pago de un préstamo le entregó los condados de Rosellón y Cerdaña, es decir, la Cataluña transpirenaica".
En 1492, nada había cambiado —en cuanto a los condados aragoneses—. Ni Luis XI ni Carlos VIII los habían devuelto a sus legítimos propietarios. Este último aspiraba a conquistar también Nápoles. Fernando se comprometió a dejarle vía libre en Italia siempre y cuando devolviera el Rosellón y la Cerdaña a la Corona de Aragón.
"Durante siglo y medio, hasta el tratado de los Pirineos, los condados volvieron a formar parte de Cataluña y la frontera de España con Francia volvió a pasar los Pirineos", cuenta John Elliott en su libro La España imperial (1469-1716).
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En el siglo XVI fueron dos las ocasiones en las que los franceses intentaron recuperar ambas plazas. De hecho, en 1542, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba, tuvo que defender la ciudad de Perpiñán de las tropas del futuro Enrique II.
Debido a esta inseguridad, Carlos I y Felipe II reforzaron las fortificaciones de Perpiñán y convirtieron el antiguo palacio de los reyes de Mallorca en una ciudadela.
En 1659, España y Francia llevaban un tiempo compitiendo por la hegemonía europea. Los galos, con los cardenales Richelieu y Mazarino al frente, habían aprovechado el desgaste español en la Guerra de los Treinta Años (1618–1648) para levantarse en armas contra la Monarquía Hispánica en 1635.
Felipe IV, desesperado, acudió a la Inglaterra de Cromwell en busca de un aliado. "Las exigencias del estadista inglés —recoge Manuel Fernández Álvarez en España. Biografía de una nación (2010)— para llegar a una paz fueron rechazadas por Felipe IV, con lo cual Inglaterra se decidió por un tratado con Francia en 1657 en el que se pactaba el reparto de los Países Bajos hispanos".
Luis XIV y Felipe IV firman el Tratado de los Pirineos en la isla de los Faisanes, pintado por F. Blanch
Viéndose rodeado y sin aliados a los que acudir al rey no le quedó más remedio que agachar la cabeza y buscar, como fuera, la paz con Francia. Domínguez insiste en catalogar este armisticio como "honrosa" porque "en apariencia, la dinastía de los Habsburgos no sacrificaba mucho".
Por su parte, Elliott reconoce que "las cláusulas del tratado de los Pirineos no eran tan favorables como las condiciones que había ofrecido Mazarino, pero si se tiene en cuenta la desesperada debilidad de España (...), el país salió sorprendentemente bien parado".
Una de esas cláusulas hablaba —cómo no— de los condados del Rosellón y la Cerdaña. Felipe IV se comprometía a entregarlos a Luis XIV, con lo que la frontera franco-española volvía a situarse en la cadena montañosa de los Pirineos. Así, España perdía unos territorios que había mantenido bajo su dominio, de un modo u otro, desde el siglo XII.
Recientemente, los independentistas catalanes —entre ellos el fugado Puigdemont— han vuelto a poner el foco en estos territorios que están al norte de los Pirineos, asegurando que el Rosellón y la Cerdaña forman parte de lo que ellos llaman Països Catalans, es decir, aquellos lugares en los que siempre —asegura este movimiento político— se ha hablado el catalán.