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El Hombre de Piltdown: el eslabón perdido que se convirtió en uno de los mayores fraudes de la ciencia

Reino Unido anunció en 1912 el descubrimiento del eslabón perdido de la cadena evolutiva, una mentira que no se desmintió hasta 41 años después

El Hombre de Piltdown: el histórico fraude a la ciencia con el eslabón perdido
Sergio Muñoz González
Redactor de COPE.es

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 22 nov 2021

Los deseos de pasar a la posteridad algunas veces llevan a las personas a hacer cualquier cosa para entrar en los libros de historia. Este deseo puede aumentar debido a la competencia entre los países, que siempre han competido y competirán por ver cuál es el primero en conseguir o descubrir algo. Estos dos factores llevaron a organizar la mayor mentira de la historia de la comunidad científica, el Hombre de Piltdown.

A principios del siglo XX, una época marcada por las tensiones entre países que más adelante provocarían la I Guerra Mundial, Alemania realizó un descubrimiento antropológico muy importante al encontrar una mandíbula en Heidelberg, que daría lugar a una nueva especie en la cadena evolutiva, el Homo heidelbergensis.

Las diferentes especies representan los cambios de los seres humanos para adaptarse al medio desde generaciones más básicas de la antigüedad hasta el ser humano actual, pero en este viaje evolutivo falta un elemento, el conocido como eslabón perdido. La búsqueda ha sido continua y se ha tratado de localizar restos que continúen esta evolución, pero hasta este momento no se han encontrado.

El mayor fraude científico de la historia

Sin embargo, hubo un tiempo –concretamente 41 años– en el que la comunidad científica creyó haber encontrado este eslabón perdido, conocido como el Hombre de Piltdown. En 1912, Reino Unido publicó el descubrimiento de unos restos humanos que según sus descubridores era la pieza que le faltaba a la cadena evolutiva, el eslabón perdido. Este supuesto antepasado que conectaba a los seres humanos con los simios fue descubierto por un obrero en Piltdown, en el sureste de Inglaterra, y los restos los recibió Charles Dawson, un arqueólogo aficionado y el paleontólogo Smith Woodward. Estos restos contenían rasgos parecidos a los simios y a los humanos y no fue hasta 41 años después cuando la comunidad científica descubrió que era un fraude y que simplemente eran restos de un cráneo humano junto a una mandíbula de un animal similar a un orangután.

El Hombre de Piltdown: el histórico fraude a la ciencia con el eslabón perdido


Estos 41 años de fraude se convirtieron en una de las mentiras históricas de la ciencia y entorpeció numerosos estudios al seguir pistas y una línea de investigación basadas en una falacia. De hecho, otros descubrimientos como el niño de Taung hallado Sudáfrica en 1924 fueron descartados por no coincidir con la línea que marcaba el Hombre de Piltdown.

Entre los autores de este fraude se encuentran el propio Charles Dawson, del que se cree que fue el cabecilla, Smith Woodward y otros que pudieron ayudarles como Martin Hinton, el conservador del museo; Teulhard de Chardin, un sacerdote jesuita; e incluso el reconocido escritor Arthur Conan Doyle, autor de Sherlock Holmes.

La justificación de los descubridores convenció a una gran parte de la sociedad y a la comunidad científica, pero algunos científicos se mostraron reacios a aceptar este hallazgo del eslabón perdido. Tales eran las ansias de Charles Dawson se quedar para la posteridad que se inventó un nuevo Hombre de Piltdown tres años más tarde, con el que pretendía silenciar a los contrarios a su postura. Pero estos no desistieron y en 1953, Kenneth Oakley, Wilfrid Le Gros Clark y Joseph Weiner, tres antropólogos, confirmaron que los huesos tenían solo 500 años de antigüedad y no 50.000 como afirmaban los descubridores y, además, habían mezclado restos humanos con algunos de simio.

¿Cómo pudo mantenerse este fraude durante tantos años?

Las investigaciones científicas revelan que el presunto cabecilla de esta mentira histórica, Charles Dawson, pudo haber orquestado esta mentira con el único objetivo de ser aceptado en la élite y ser recordado. Esta mentira tan básica fue admitida debido a que en ese momento, las creencias científicas giraban en torno a que el cerebro humano aumentó de tamaño antes de que la dieta de los humanos pasase a ser omnívora. De esta manera, el descubrimiento confirmaba las hipótesis de la ciencia.

Además, hay que tener en cuenta el deseo de Reino Unido de recuperar prestigio internacional en el mundo científico después del descubrimiento alemán, países que se encontraban en conflicto y que años después lucharían en bandos distintos en la I Guerra Mundial. Por otro lado, el nivel de conocimientos de la sociedad y de la comunidad científica era mucho menor, por lo que era más difícil cuestionar estas afirmaciones.

Respecto a que los científicos que se postularon en contra de este descubrimiento, fue difícil reunir pruebas de que era una farsa ya que el acceso a estos restos estaba restringido. Durante años científicos como David Waterson o Franz Weidenreich aseguraron que era una simple reconstrucción de un humano y un mono, pero las ansias de que este hecho fuese cierto llevaron a mantener este descubrimiento como válido 41 años, hasta que las pruebas demostraron que era un simple montaje en 1953.

Este no fue un fraude aislado. Además de los dos Hombres de Piltdown que Charles Dawson afirmó encontrar, se suman otros más de 35 con los que quería aumentar su estatus como antropólogo y ser recordado. No pasó a la historia como un antropólogo reconocido como el pretendía, pero si quedo en el recuerdo como el presunto autor del mayor fraude en la historia de la comunidad científica.


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