Bruselas sigue en estado de shock. El número de asesinados en el atentado terrorista se dispara, y lo mismo las cifras de heridos. En el corazón de Europa, terroristas sanguinarios ponen bombas y deciden de manera indiscriminada quién debe morir con la única intención de sembrar terror. Eso es lo que les hace temibles: el hecho de que no escogen a sus víctimas. No es preciso. Basta con matar y causar destrozos ante las cámaras de televisión de todo el mundo.Al mismo tiempo que las fronteras Este y Sur de Europa se convierten en la esperanza de miles de hombres, mujeres y niños que escapan del terror yihadista, dentro de Europa ese mismo yihadismo asesina impunemente. Europa ha decretado la expulsión masiva de refugiados que escapan del mismo terror que el Daesh quiere instalar en el corazón del viejo continente. Es una de las paradojas de nuestros días, ante la que los Gobiernos parecen no encontrar respuestas, mientras que la ciudadanía se debate entre la indignación y el miedo.Europa tiene que reforzar su marco jurídico, profundizar en la política antiterrorista común y comprometerse activamente en el final de la guerra en Siria. Pero además tiene que reverdecer su propia identidad moral y espiritual, y poner en marcha un gran esfuerzo educativo.