El PSOE ha presentado en Madrid uno de sus principales activos electorales, la propuesta de reforma de la Constitución española. Una reforma que nace con la pretensión de dar respuesta al cambio social y de ampliar la paleta de los derechos, pero que está lastrada por la ausencia de un consenso político básico tanto de las fuerzas políticas mayoritarias como de la sociedad. No es suficiente con tomar la iniciativa; hay que hacer una adecuado diagnóstico y tener claro cuáles son los problemas y cuáles las soluciones en un momento de alta complejidad. La Constitución de 1978 no es un texto normativo alejado de la marcha de la historia, pero tampoco es un instrumento al servicio de una ideología política determinada. Los cinco ejes de la propuesta de reforma de la Constitución ofrecen una detallada imagen de conjunto de la sociedad que quiere el PSOE. Junto con medidas como el federalismo, la renta vital básica, el derecho a la protección de la salud, el derecho a la vivienda, o una nueva articulación de la tutela judicial efectiva, también propone dar carta de constitucionalidad al matrimonio de personas del mismo sexo o al derecho al aborto, camuflado bajo la fórmula de derecho vinculado a la bioética. El PSOE propugna una laicidad y una neutralidad religiosa que huelen a laicismo, y que deberá aclarar. La Constitución debe ofrecer un marco de amplísimo consenso en el que todos los españoles se puedan reconocer. El PSOE debería empezar por ahí, no rompiendo consensos básicos.