El Papa presidirá este martes, cierre del mes de mayo, un rezo del Rosario al que se unirán santuarios marianos de todo el mundo, para encomendar a la Virgen la paz en Ucrania. Desde que se produjo la invasión rusa, hace más de tres meses, Francisco ha multiplicado tanto las iniciativas diplomáticas como los gestos de oración, desplegando una intensa pedagogía para hacer entender la importancia y necesidad de ambos tipos de respuesta.

Públicamente, ha condenado la invasión, pero dejando tendidos los puentes con Rusia, reservando para encuentros privados sus palabras más duras, como las que dirigió al Patriarca Cirilo, instándole a no convertirse en el “monaguillo de Putin”.

La Santa Sede ha reconocido también el derecho de Ucrania a defenderse, y a recibir ayudas del exterior con tal fin, pero haciendo a la vez un llamamiento a la cautela por las dramáticas consecuencias que tendría una escalada del conflicto. No será la política, sin embargo, sino las personas concretas de carne y hueso que sufren la guerra, las protagonistas de este martes.

Ante la estatua de María, Reina de la Paz, encargada por Benedicto XV en plena I Guerra Mundial, el Papa Francisco acudirá acompañado de familias ucranianas y de un grupo de capellanes militares. Muchos de los santuarios conectados a la ceremonia en Roma están ubicados en Ucrania y en otros países que están o han estado golpeados por la guerra, como Siria o Irak, otro modo de poner rostros concretos al sufrimiento, y de contrarrestar la deshumanización asociada sistemáticamente a la guerra.