Como en la cinta de Danny DeVito, Artur Mas y Carles Puigdemont parecían un matrimonio feliz hasta que graves diferencias les han llevado al divorcio. Ambos luchan por quedarse con la casa donde vivían (presidencia del PdeCat) y por ello tratan de hacerse la vida imposible el uno al otro hasta el fin.

Y ese fin, al menos para Mas, parece que ha llegado al retirarse de la pugna por controlar el partido que en otro tiempo era la masía de Jordi Pujol. Artur Mas, sin influencia en el 'posprocés', presionado por los jóvenes del partido y en vísperas de conocer (el lunes 15 de enero) la sentencia del Caso Palau, ha cogido el camino de la puerta.

Es la historia de un pulso perdido; Puigdemont es ahora quien manda en el bloque independentista y parece controlar un partido muy desnaturalizado. Y eso que hace dos años, fue precisamente Mas, quien se quitó de en medio para que tomara las riendas de la todavía CiU, Puigdemont.

“En esta nueva etapa se requieren nuevos liderazgos, hay que dejar espacios libres para que determinadas personas puedan encabezar este proyecto en el futuro. Es lo mismo que me movió cuando dejé la presidencia de la Generalitat”, dijo Mas a los periodistas en rueda de prensa, pero el mensaje iba directamente dirigido a Bruselas.

En esa rueda de prensa, Mas no dijo que Cataluña se pueda gobernar desde Bélgica. Está a la vista la distancia entre ellos. Hay quien no lo quería aceptar, pero el divorcio se vio claro el 5 de octubre. Cuatro días despues del 1-O, cuando Cataluña y gran parte de España estaban pendientes de si Carles Puigdemont en prime time televisivo proclamaba la independencia, Artur Mas se iba al estreno del musical 'Cabaret'.

Mas está pendiente de una sentencia, “mi horizonte judicial limita mi margen de maniobra para la acción política”. ¿Horizonte judicial? Viendo lo que le espera a Puigdemont en España está claro que es una invitación a que deje de pensar en sí mismo y piense en el partido para que otro tome las riendas.