Este fin de semana se ha dado el primer paso para elegir secretario general en el PSOE. Tres candidatos- Pedro Sánchez,  Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias- han presentado los avales necesarios para aspirar al puesto. El proceso  hace temer que el nuevo líder del PSOE no reúna los suficientes apoyos para contar con la autoridad moral necesaria para reflotar el partido. Se teme un congreso como el que se celebró en Sevilla hace dos años,  que no dio a Rubalcaba un mandato rotundo. El 61 por ciento de los militantes, que son los que van a elegir secretario general, no han avalado a ninguno de los tres aspirantes. Si sucediera algo semejante a la hora de votar habría sido un fracaso la decisión de abrir el proceso a las bases. Ninguno de los tres candidatos reivindica el centro-izquierda, espacio político tradicional del PSOE. Sánchez, el más apoyado por el aparato, reclama un federalismo asimétrico para Cataluña. Madina reivindica la herencia de Zapatero y Tapias cuestiona la legitimidad de la monarquía. Es posible que este radicalismo motive poco a los militantes. El PSOE parece contaminado por el avance de la izquierda que cuestiona nuestro sistema democrático. Compitiendo con ella no va a encontrar ni un líder ni un mensaje que le permita volver a ser el partido de Gobierno que ha sido.