Oriol Pujol, secretario general de Convergencia, ha anunciado que renuncia temporalmente a su cargo tras ser imputado en el caso de las ITV. Seguirá, eso sí, en el Parlament. Y al anunciar su decisión ha vuelto a hablar del juego sucio que se hace al proceso soberanista. Como si fuera víctima de una lucha política cuando en realidad lo que sucede es que está siendo investigado por el presunto cobro de comisiones irregulares.Es lógico que Oriol Pujol se aparte de sus cargos, pero la decisión es insuficiente. Todo el mundo sabe que en este momento, aunque un Pujol desaparezca de la primera línea de la política, esta familia seguirá rigiendo los destinos del partido, de la coalición CiU y de la Generalitat.Es un reflejo de la tragedia de una Comunidad Autónoma que fue una de las más abiertas al mundo, más dinámicas y más emprendedoras: que ahora su destino coincide en gran medida con los de una familia que parece haber mezclado política y negocios de un modo inconveniente. Convergencia, después del varapalo sufrido en las últimas elecciones, se encamina hacia el suicido político. Las últimas encuestas reflejan que la deriva soberanista le ha restado votos que se han marchado a ERC. Su renovación es urgente y pasa por el distanciamiento de los Pujol y el retorno a la senda del pacto constitucional.