SANTORAL 15 ENERO

El hombre que es el espejo en el que se miran los monjes de hoy

San Mauro recibió educación de San Benito en persona. Con él aprendió grandes virtudes, como la oración, la penitencia o el trabajo

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En los primeros tiempos de la Fe muchos santos buscan la perfección en aquellos lugares donde el silencio sea el eje de su vida. Los anacoretas que surgen para vivir solos son la hechura de algunos, pero para otros hay que vivir en comunidad con una vida monástica de vivir en pobreza, castidad y obediencia. Esta forma de vida fue la que siguió San Mauro que conmemoramos hoy.

Nacido en Italia, en el año 11, su familia es de estirpe noble. Pero algo le marca a Mauro en sus inicios de vida y es el trato con un hombre venerable y muy bien preparado: San Benito de Nursia. Su realidad impacta en Mauro y desde niño se deja llevar por el Fundador del Monacato.

El santo le educará personalmente dentro de los muros del convento. La trayectoria de Mauro irá acompañada de oración y trabajo (ora et labora) tal y como prescriben los benedictinos en su regla monástica. De hecho será elegido superior de muchos monasterios que él mismo había fundado o había tomado parte activa en su fundación. Su fama de santidad corrió de boca en boca. Lo prueban los milagros numerosos que realizó. La alta aristocracia francesa tiene ojeriza a los monjes franceses y corre peligro su estancia. Mauro lucha para que eso no llegue a las manos y logra una solución que reconcilie a todos, con lo cual se une su capacidad de unidad.

Mauro incrementa cada vez más su espíritu de penitencia y mortificación hasta su muerte, ocurrida en el año 583. En previsión de su marcha a la Casa del Padre, en cuanto se vio en el declive de su vida, hizo penitencia mucho más rigurosa. Sus reliquias llegaron a Extremadura donde se le tributa culto, aunque se desconoce el tiempo concreto en que llegaron. Pero su veneración es un hecho.

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