San Benigno

Los primitivos tiempos de la Iglesia siempre estuvieron impregnados de la persecución y el martirio. Hoy, VI Domingo del Tiempo Ordinario y Jornada de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, recordamos a San Benigno que engrosó la lista de los mártires por el Evangelio. Su vida transcurre en torno al siglo III. Hombre de probadas virtudes, se convierte en un celoso propagador de la Fe, cuyo objetivo prioritario es la difusión del Reino de los Cielos.

Esto hace que el Obispo Ponciano reconozca en él un verdadero hombre de Dios que daba testimonio de su condición de creyente. Poco después fue ordenado sacerdote, colaborando con Ponciano en el gobierno de la grey encomendada. Por entonces la persecución de Maximiano y Diocleciano se agrava, pero esta situación hace reafirmarse más en el ejercicio de su apostolado a Benigno que desgasta la vida asistiendo a los cristianos que sufren y dando de comer a los necesitados como una gran obra de misericordia.

Incluso logró de Dios la gracia de estar cerca de los que iban a ser martirizados, confortándoles en la adversidad. Lleno del Espíritu Santo, predica la conversión con la idea de atraer a la Verdad a los adoradores de ídolos. Así comienza a explicar que las divinidades romanas son falsas, poniendo en entredicho el culto que se les daba, siendo descubierto como seguidor de Cristo, algo que estaba penado duramente.

De esta forma invita a descubrir al Señor Jesús, el Único al que deben servir. Todo esto hace que le denuncien, arresten y le obliguen a apostatar de sus creencias. Ante su negativa, cambian su forma de proceder y le aplican diversidad de suplicios y castigos crueles, decretando que San Benigno sea decapitado, sentencia que cumplirán en el año 303, diez años antes de que surja el Edicto de MIlán que trajo la libertad de culto