Madrid - Publicado el
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La sencillez de los Santos les ayuda a madurar pronto en la Fe. Hoy celebramos a Santa Rosa de Lima. Su vida siempre fue un ejemplo de humildad. Nacida en 1586 en Perú, sus padres cuando la bautizaron decidieron ponerle Isabel. Estando en Quites, Provincia de Canta, al Noroeste de la capital peruana, donde su padre gobernaba unas tierras, es confirmada.
El Sacramento se lo administró el obispo español Santo Toribio de Mogrovejo. Ella aprovecha para cambiarse Isabel por el nombre de Rosa. En 1606, recibe el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo, ingresando en el Convento donde hacía diariamente su oración. La vida de Rosa se desarrolló, desde entonces, en el ambiente religioso de Perú.
Su tiempo en casa, siempre transcurría en medio de un clima espiritual y de ofrecimiento del trabajo cotidiano. Su compromiso le llevaba a vivir en el hogar ayudando en todo lo que podía, aunque ella no era la más mayor.
Dentro de sus grandes virtudes se señala la obediencia, algo que siempre trató de cumplir, pidiendo, incluso, perdón a sus padres y superiores por cuantas veces no lo había hecho. Tampoco faltó la humildad.
Esta siempre presidió todos sus gestos y acciones impregnados de caridad, centrados en la ayuda a las almas para alcanzar la salvación y en el socorro a los pobres desde las obras de misericordia. En todo esto siempre estuvo presente su espíritu de austeridad, penitencia. Santa Rosa de Lima muere en 1617 cuando contaba con sólo 31 años.