Madrid - Publicado el
1 min lectura
La vida de los cristianos siempre pasa pro tribulaciones. Así se fortalece la Fe en medio de la debilidad humana. Hoy celebramos a San Emiliano, que no cejó en su empeño de servir a Cristo hasta entregarse totalmente. Su vida transcurre en torno al siglo IV. Su nacimiento se sitúa en Durostoro, en la actual Bulgaria.
En este época se sigue persiguiendo a los cristianos. Y esto le toca a él, un humilde esclavo que no posee títulos ni dignidades humanas, pero tiene una fuerte Fe en Cristo. Por entonces, Juliano el Apóstata – emperador que había sido un detractor de Dios- quiere restaurar el paganismo tratando con mayor dureza a cada cristiano que apresaba.
Se les mandaba ofrecer sacrificios a los ídolos romanos para salvar sus vidas. El Santo sintió el dolor que pasaban los seguidores del Evangelio cuando se les ponía en la disyuntiva de sacrificar a los dioses romanos o caer en manos de la justicia romana.
Sintiéndose cercano a estos cristianos lo que hizo fue entrar en un templo y romper varios ídolos. Esto amotinó a los oficiales romanos que se presentaron allí. Arrestado fue llevado a presencia del Gobernador. Ante él proclamó su Fe en Cristo.
San Emiliano muere en la hoguera, en la que proclama hasta el final, que Jesús es el Único Dios Verdadero. Todos sintieron al Señor que llamaba a la Vida Eterna a este hombre, a través del martirio. Todos aprendieron la constancia y la perseverancia hasta el final de este hombre.