Un libro para retornar a la belleza

El filósofo Bert Daelemans comenta el libro 'Retorno a la belleza, Grandes momentos del arte, la música y la literatura' de Antonio R. Rubio Plo

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Redacción Religión

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Artículo de Bert Daelemans  

Al elevarnos hacia "todo aquello que nos hace más humanos", 'Retorno a la belleza, Grandes momentos del arte, la música y la literatura' (PPC, 2025) este hermosísimo ensayo de Antonio R. Rubio Plo se erige en un portentoso homenaje a la belleza que "no se desvanece con el paso del tiempo". Es un llamamiento urgente a que le dediquemos tiempo para que recupere su debido lugar en nuestras vidas. Al reconocer que "la belleza, la bondad y la verdad siempre van juntas", el autor reivindica que la belleza nos conecta con lo eterno. 

De modo cronológico, el autor presenta dieciocho obras de arte de una diversidad atrayente y las contextualiza desde la biografía de los autores (Austen, Balzac, Beethoven, Buzzati, Chaplin, Falla, Lee, Millet, Monet, Mozart, Ravel, Tornatore, Velázquez, etc.). De este modo, nos ofrece un panorama personal de una belleza profunda, sencilla y humana que abre la puerta a la trascendencia, aunque sólo una obra, la de la portada, tiene una temática explícitamente religiosa.

Esta belleza es la luz de la mirada que Dios nos dedica cada momento del día. Lo escribe un hombre convencido de que la belleza atrae por ser vulnerable y, sin embargo, duradera. De hecho, al observar que el ataque que sufrió 'La Piedad' de Miguel Ángel no logró deslustrarla, exclama: "La belleza sobrevivió". Esta convicción recorre el libro y a mis oídos suena tan esperanzador como "¡El Señor resucitó!"

Son precisamente los binomios contrastantes lo que hacen atractivo el libro: la belleza que resplandece en el dolor; la fragilidad que resulta ser lo más fuerte; lo personal que se hace universal; la sencillez que muestra la profundidad (o la complejidad, como afirmó Georges Perec); lo espiritual que nace de la materia; la creatividad que surge del fracaso. Me emociona leer que Rajmáninov superó su depresión gracias a un proceso creativo del que surgió su magnífico segundo concierto para piano.

El libro logra desvelar la belleza que "salvará al mundo" -como descubre el príncipe Mishkin ante un Cristo desfigurado- en diversas obras de arte. Todas ellas claman al cielo y al mundo; clamores que son también los del autor; clamores que nos exigen detener las prisas para contemplar la belleza que no se mantiene en la superficie. Es la belleza que une artes tan diversas. Al fin y al cabo, como afirmó John Dewey, existe una sustancia común a todas las artes.

Lo que hace tan entrañable este libro es la ternura por lo humano que se encuentra en cada página. Esta ternura hace que el lector se siente implicado en la conversación que el autor entabla con las obras y sus autores, sean escultores, cineastas, pintores, escritores o compositores. Situando a los creadores en su contexto histórico, en sus casas, en sus luchas y en sus fracasos, el libro nos ofrece un gran criterio para distinguir la belleza auténtica y duradera de la superficial y efímera: la humanidad.

En efecto, la suma belleza es "la que nace de la compasión". Así se forja el libro a través de relaciones humanas que contribuyen a que otros se salven. De ahí que haya también una cierta "inquietud" o "gravedad" que atraviesa el libro: en lugar de una alegría eufórica y frívola, nos sale al encuentro "la felicidad [que] no suele construirse sobre triunfos personales, sino sobre un amor generoso".

Gracias, Antonio, por ofrecernos un escrito tan sólido, apasionado, honesto y equilibrado. El modo tan valiente y delicado que tienes de evocar la belleza logra evitar tanto el sentimentalismo como la descripción aséptica que se resiste a implicarse. La belleza que un día te salió al encuentro en estas obras, y que pervive en tus recuerdos, ha vuelto a ver la luz en tu escritura que nos nutre más de lo que puedas esperar.

 

Leyéndote, he aprendido mucho. Sobre la gran humanidad y universalidad de Jane Austen. Sobre el esfuerzo que le costó la vida a Balzac. Sobre la importancia de la infancia (en Rajmáninov, Chaplin y Perec, entre otros). Sobre el mismo "anhelo de trascendencia que supera las vagas creencias deístas o panteístas de los escritores de la Ilustración alemana" que comparten tanto la 'Novena sinfonía' como la 'Missa Solemnis' de Beethoven, que se estrenaron el mismo día. Sobre la belleza de la valentía, que Atticus Finch, aquel atrayente personaje de Harper Lee, definió así: "Uno es valiente cuando, sabiendo que ha perdido ya antes de empezar, empieza a pesar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase".

Gracias, Antonio, por abrirnos los ojos a esta belleza. Y, de paso, a la belleza de leer y de escribir. En tu libro encuentro un manifiesto que se aplica perfectamente a tu propia labor: "La alegría de escribir, una forma de vivir".

Hoy nos regalas una historia de amor. No son dieciocho historias de amor, sino una sola en dieciocho etapas, encuentros o variaciones sobre un mismo tema: amor por el arte, por la belleza, por la humanidad, por el misterio de la vida y de Dios que te llega a través de tantos caminos.