Un cierto alivio

Revista EcclesiaAsier Solana Bermejo

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El mundo se ha parado esta semana y parece que todos estamos pendientes de un recuento electoral. En cierta manera es normal, pues del resultado final de las elecciones dependen asuntos tan importantes como que el país más poderoso del mundo (con permiso de China) vuelva o no al acuerdo de París. En Nueva York está la sede de Naciones Unidas, y Estados Unidos sigue siendo la referencia de todos nosotros.

Es habitual pensar que en el jardín del vecino la hierba está siempre más verde. En este caso, no es así. La polémica principal en Estados Unidos ha sido a causa del voto por correo. En algunos estados estaba prohibido, en otros muy limitado: por ejemplo, era necesario justificarlo. A raíz de la pandemia se han hecho modificaciones legislativas con mayor o menor fuerza en los diferentes estados.

Y he recordado las veces en las que he votado por correo, más de una en la última década. Ha sido facilísimo, quizá un poco engorroso, nada más. El cartero me traía el sobre y las papeletas a casa, y no tenía más que ir a Correos con mi DNI y entregarlo. Luego, esos votos llegaban a la mesa electoral para ser contados. En la misma noche teníamos los resultados sin sospechas de fraude.

En momentos como el de ahora, es cierto, me invade una cierta intranquilidad porque cuando Estados Unidos tose, al mundo le da un resfriado. Pero también me surge un cierto agradecimiento porque vivo en un sitio donde el sistema funciona. A veces, reconozco, me encuentro entre aquellos a los que el pesimismo les puede, sobre todo en esta situación. Una sensación generalizada de que las cosas no van a ir bien. Por eso me alivia saber que h ay cosas que sí sabemos hacer, que sí marchan de manera razonable, y que es importante que sepamos mantener en el futuro.

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