Superioridad moral

Tiempo de lectura: 4' Actualizado 11 feb 2022

Superioridad moralVicente Niño

Tras las Elecciones de Madrid, y no sólo al hilo de los resultados, sino también de la campaña sufrida, y viendo cómo se van desarrollando las cosas en nuestro escenario político, una de las cosas que más rechinan, que más cuestionan, que más nos deberían preocupar, es la superioridad moral como actitud política y que seguramente explica mucho de los resultados que hemos visto.

La superioridad moral es esa actitud tan extendida en política de sentirse superior, mejor, más acertado, más justo, más bueno que los demás. Con la consecuencia lógica de que los demás son inferiores, peores, más errados, injustos y malos. Y a raíz de eso que los demás que no piensan como yo, no tienen ningún tipo de derecho a opinar, participar o decir algo. Casi que ni de existir si me apuran. Claro que quien sufre esa comprensión reacciona. Por eso los resultados vividos.

Ojo que no es lo mismo el defender las razones propias, y tenerlas por firmes, el no comulgar con las de otros, el pensar que lo de uno es más acertado, que la superioridad moral. Esta desprecia al otro, lo anula, lo cosifica. A esta no le cabe ni el más mínimo atisbo de duda, ni la más mínima autocrítica en los propios planteamientos. Niega absolutamente que el otro pueda aportar algo siquiera mínimamente. Caricaturiza al otro. Lo deforma. Lo deshumaniza. El otro es así un enemigo que no debería existir.

Esta forma de operar está más que muy extendida entre la izquierda, pero en la derecha comienza a percibirse cada vez más como una realidad. O quizás a retomarse, todo sea dicho, que la izquierda la ha acusado siempre de autoritarismo y rodillo. Aun así, la izquierda lo lleva en este momento histórico a su mejor ejemplificación. Ya saben, eso de que toda derecha ?todo el que no es de los míos? es un fascista. Seguramente es el tic de vivir mirando al franquismo ?contra Franco se vivía mejor?, y sobre todo la dificultad de las anteojeras ideológicas de pensar que agazapado tras todo conservador hay un dictador. Eso es tanto como decir que toda izquierda es leninista, estalinista, maoísta o qué se yo. Que igual sí, vaya usted a saber. Sea como fuere esa actitud les lleva a quedar presos de la ley del embudo: criticar en los otros lo que alabo en mí… quizás por la fuerza del péndulo de un ahora me toca a mí. Mi padre siempre dice que estas izquierdas son los mejores discípulos del dictador.

El caso es que lo de la superioridad lo mismo vale para un roto que para un descosido, es decir, que siempre se justifica a sí misma, culpando siempre a los demás. Si uno pierde, es porque la gente vota mal, no está formada, está manipulada por los medios, son inconscientes o egoístas, etc. Pero si uno gana, igualmente, es la superioridad de que el otro no vale, está equivocado, siempre tengo razón yo. Sea como fuere es un desprecio a los que no son de los míos, eso es claro.

Toda esta situación no deja de ser una vuelta de tuerca de la defenestración de la democracia, a fin de cuentas.

Desde luego tiene el problema de la hipocresía. Y es que, aunque nadie nunca acierta siempre en todo, aunque nadie nunca está siempre libre de error o de pecado, en política, esa soberbia del justo que no se contempla de ningún modo como pecador, es la cerrazón ideológica de la superioridad. Ahí radica la hipocresía de atacar en los otros lo que hago yo. A mí me está permitido todo, a los demás nada. Ni una señal de autocrítica. Ni una posibilidad de que el otro pueda aportar algo.

Y por ahí va la cosa esta de los llamados populismos. Y está contaminando a los otrora partidos serios: pretender ser cada uno por sí solo la única lectura legítima y activa de la política, considerando al que no piensa como ellos como totalmente equivocado, malvado, criminal, y por tanto necesario que desaparezca.

No deja de ser una vuelta de tuerca de la defenestración de la democracia, a fin de cuentas. Una forma de expresión del totalitarismo de partido único. No aceptar la democracia, y no sólo como método de representación y de decisión ?algo que seguramente puede y debe mejorarse- sino como actitud básica de reconocer que otros pueden pensar distinto a mí. Perdiendo de vista que por más que crea que están radicalmente equivocados, hay que convivir juntos. Y que no hay alternativa posible a eso.

Ya digo que lo de la superioridad moral está más que muy extendida entre la mayoría de la izquierda. Confío y espero que aún exista una izquierda moderada y democrática que no es así, pero me temo que por ahora no se la ve por ningún sitio. Pero la derecha comienza a tomar esos tics también ?si es que alguna vez dejó de tenerlos y no es retomarlo ya decía…?. Quizás es esta una buena ocasión, con los resultados obtenidos, de mostrar otra cosa.

Y ojo, no se me lea como un equidistante. No lo soy. No todos son iguales. Y hay cosas que no deberían permitirse. Pero sí es cierto que con los años se vuelve uno pragmático, y reconocer que convivir con el que está equivocado lleva a que sean las reglas, las normas, las leyes y las regulaciones las que nos presidan. Leyes consensuadas entre todos. Aceptadas por todos. Que acojan a todos. El imperio de la ley y no las emociones, las pasiones y las ideologías. Y precisamente contra eso sí hay que estar. Contra quienes quieren transformar las reglas del juego, las instituciones, para apuntalar, fortalecer y sostener su presunta y autoproclamada superioridad. Contra quienes quieren hacer de las leyes un arma contra los enemigos, en vez de un marco de convivencia.

El caso es que me temo que aún nos queda por delante mucho que ver de superioridad moral en lo que queda de legislatura nacional. La situación en la que queda Podemos le deja en manos del gobierno de Sánchez sí o sí, y eso lleva a que este gobierno va a actuar como gato panza arriba para sacar adelante sus planteamientos e ideas sea como sea, y sea contra quien sea, utilizando todo el arsenal que tengan. Lo que nos queda por delante no va a ser bonito.

Vicente Niño Orti. @vicenior