El Papa León XIV pide "desarmar nuestros corazones y despertar el sueño de un Líbano unido"
En la Santa Misa desde el 'Beirut Waterfront', el Pontífice anima a la reconciliación y la paz en medio de la crisis política y económica que atraviesa Líbano
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En el Beirut Waterfront, ante miles de fieles, el Papa León XIV presidió la Santa Misa en el último día de su visita al Líbano. "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra", comenzó citando el Evangelio, para subrayar la importancia de la gratitud incluso en tiempos difíciles.
El Pontífice reconoció que "la dimensión de la alabanza no siempre encuentra espacio dentro de nosotros", especialmente cuando "agobiados por las fatigas de la vida, preocupados por los numerosos problemas que nos rodean, paralizados por la impotencia ante el mal y oprimidos por tantas situaciones difíciles, nos sentimos más inclinados a la resignación y a la queja". Frente a ello, invitó a los libaneses a "cultivar siempre actitudes de alabanza y gratitud", recordando la belleza de su tierra, "oscurecida por la pobreza y el sufrimiento, por las heridas que han marcado su historia".
"un contexto político frágil y a menudo inestable"
Desde la explanada frente al mar, evocó la imagen bíblica del Líbano: "El Señor ha plantado aquí sus altos cedros, los ha alimentado y saciado", y añadió que, aunque esa hermosura se ve empañada por "un contexto político frágil y a menudo inestable, por la dramática crisis económica que les oprime, por la violencia y los conflictos", la Palabra de Dios «nos invita a encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche».
El Papa insistió en que la esperanza nace de lo pequeño: "El Reino que Jesús viene a inaugurar tiene precisamente esta característica: es un brote, un pequeño retoño que surge de un tronco". Por eso, animó a reconocer "las huellas de Dios en una historia aparentemente perdida", en la fe sencilla de las familias, en el trabajo de parroquias y congregaciones, y en la entrega de sacerdotes, religiosos y laicos "comprometidos en el campo de la caridad y en la promoción del Evangelio en la sociedad".
"¡Líbano, levántate!"
"Por estas luces que con esfuerzo tratan de iluminar la oscuridad de la noche, por estos brotes pequeños e invisibles que, sin embargo, abren la esperanza en el futuro, hoy debemos decir como Jesús: '¡Te alabamos, Padre!'", proclamó. Pero advirtió que la gratitud "no debe quedarse en un consuelo íntimo e ilusorio», sino llevar a «la transformación del corazón" y a "no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero".
En un llamamiento directo a la reconciliación, exhortó: "Desarmemos nuestros corazones, dejemos caer las armaduras de nuestras cerrazones étnicas y políticas, abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo". Y concluyó con un mensaje cargado de fuerza: "¡Líbano, levántate! ¡Sé morada de justicia y de fraternidad! ¡Sé profecía de paz para todo el Levante!".
Antes de despedirse, el Papa aseguró que lleva "en el corazón sus sufrimientos y sus esperanzas" y rezó "para que esta tierra del Levante esté siempre iluminada por la fe en Jesucristo, sol de justicia, y conserve la esperanza que no declina".