Benedicto XVI: "La fuerza positiva del Concilio también está emergiendo lentamente"

No fue fácil "organizar las ideas y las cuestiones en el conjunto de una declaración conciliar y dar así a la Iglesia una dirección para su camino posterior"

Tiempo de lectura: 2' Actualizado 15:09

El Papa emérito, Benedicto XVI, de 95 años, asegura en una carta que la "fuerza positiva" del Concilio Vaticano II está emergiendo lentamente "bajo la conciencia de una necesidad de reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesia".

Así se lo ha explicado al padre Dave Pivonka, presidente de la Universidad Franciscana de Steubenville, con motivo del simposio que ha organizado sobre su eclesiología esta semana.



Reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesian Concilio necesario

"Cuando comencé a estudiar teología en enero de 1946, nadie pensaba en un Concilio Ecuménico. Cuando el Papa Juan XXIII lo anunció, para sorpresa de todos, había muchas dudas sobre si tendría sentido, es más, si sería posible en absoluto, organizar las ideas y las cuestiones en el conjunto de una declaración conciliar y dar así a la Iglesia una dirección para su camino posterior. En realidad, un nuevo concilio resultó ser no sólo significativo, sino necesario.

Por primera vez, la cuestión de una teología de las religiones se ha mostrado en su radicalidad. "Lo mismo ocurre con la relación entre la fe y el mundo de la mera razón. Ambos temas no se habían previsto antes de esta manera. Esto explica que el Vaticano II amenazara al principio con desestabilizar y sacudir a la Iglesia más que con darle una nueva claridad para su misión. Entretanto, la necesidad de reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesia se ha ido haciendo patente. De este modo, la fuerza positiva del Concilio también está emergiendo lentamente. Mi propio trabajo eclesiológico estuvo marcado por la nueva situación que se planteó para la Iglesia en Alemania tras el final de la Primera Guerra Mundial".

Un Concilio necesario

Benedicto XVI explica así que en esta corriente se situó su trabajo de tesis, iniciado en los años 50, que cristalizó en el Concilio Vaticano II, del que este año se han cumplido seis décadas, y en el que participó como experto. Para el Papa emérito, este evento, aunque provocó "muchas dudas", resultó ser "no sólo útil, sino necesario".

A su juicio, al abordar de forma "radical" las nuevas cuestiones de la teología de las religiones o el vínculo entre fe y racionalidad, el Vaticano II "amenazó con desestabilizar y sacudir a la Iglesia más que con darle una nueva claridad para su misión". Sin embargo, Benedicto XVI cree que ahora "la fuerza positiva del Concilio está emergiendo lentamente" con la conciencia de una "necesidad de reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesia".

Para él, el Vaticano II corrigió una concepción que "echaba de menos el realismo de la fe y de sus instituciones", e hizo del lugar de la Iglesia en el mundo "el problema central".