Kevin Roberts: "Cuando un gobierno prohíbe la religión en política, acabará yendo casa por casa para prohibir que pienses en Dios"

El presidente de The Heritage Foundation advierte en TRECE que expulsar la fe de lo público destruye todas las libertades y alerta de que las personas perderán su derecho a la conciencia

Gonzalo de Esteban

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Imagina que un día el gobierno toca a tu puerta y te dice que ni siquiera puedes pensar en Dios. Suena a distopía, pero para Kevin Roberts, presidente de The Heritage Foundation, esta es la consecuencia inevitable de prohibir la religión en la vida pública. "Cuando tienes un gobierno que dice 'vamos a mantener la religión fuera de la política', la historia muestra que eso siempre significa que el gobierno va a ir a cada casa, en algunos casos literalmente, y decir 'ni siquiera tienes libertad de conciencia. No puedes ni tener el derecho legal de pensar en Dios o pensar en la religión'", afirmó Roberts durante una entrevista con Alvaro Sáez para TRECE. No es una exageración retórica: el líder del think tank conservador más influyente de Estados Unidos está advirtiendo sobre un patrón histórico que ha visto repetirse una y otra vez en regímenes totalitarios.  

Roberts planteó una pregunta que muchos consideran incómoda en sociedades cada vez más secularizadas: ¿Por qué es mejor la sociedad cuando Dios está presente en la vida pública? Su respuesta va mucho más allá de lo espiritual. Según el presidente de Heritage Foundation, hablar de fe en el espacio público es, en realidad, la única forma de proteger todas las demás libertades que vienen del derecho natural. Y aquí viene lo sorprendente de su argumento: esto no es solo para los creyentes. "Incluso para alguien que dice 'no soy muy religioso, ya no voy a la iglesia', hablar de fe es una manera de mejorar nuestra política", explicó Roberts. ¿Cómo puede ser esto? Porque cuando una sociedad acepta que existe una dimensión religiosa legítima en el espacio público, está reconociendo que hay límites al poder del Estado, que hay valores que están por encima de las mayorías políticas del momento, que la dignidad humana no puede ser negociada según las preferencias de quien gobierne.  

Roberts construyó un argumento que busca tender puentes incluso con los más escépticos: "Me gustaría pensar que incluso el ateo o agnóstico más comprometido querría respetar el derecho de cada individuo" a tener libertad de conciencia. Y añadió: "Si ese es el caso, la única forma de proteger eso es permitir, por supuesto, que la religión se practique libremente de manera pública". El líder conservador fue especialmente cuidadoso en aclarar algo fundamental: defender la presencia de la fe en la vida pública no significa imponer una religión oficial. "No estamos diciendo que va a haber una religión oficial que un gobierno impone", subrayó Roberts, consciente de que este es el temor de muchos que defienden la separación estricta entre religión y política. Para él, la clave está en distinguir entre libertad religiosa y teocracia. Una cosa es que las personas puedan vivir y expresar su fe públicamente, y otra muy distinta es que el Estado imponga creencias religiosas a todos los ciudadanos.  

El sueño de Roberts: que Occidente redescubra su grandeza y vuelva a la iglesia  

Cuando se le preguntó por su esperanza para el futuro, Kevin Roberts compartió una visión que mezcla lo personal con lo civilizacional. Después de hablar de su deseo de acercarse más a Dios, ser mejor esposo, padre y líder, el presidente de Heritage Foundation reveló su gran anhelo: "Para todo Occidente, quiero decir, para todo el mundo, pero especialmente Occidente, que nos demos cuenta de que nuestros respectivos experimentos en sociedad civil, con todos los logros y las imperfecciones que cada uno de nuestros países pueda tener, es el proyecto más noble en autogobierno en la historia del mundo". Es una declaración audaz que contrasta radicalmente con el pesimismo cultural que domina gran parte del debate público occidental.  

Roberts cree que Occidente ha perdido el amor por sí mismo, por su historia, por su herencia cultural. Y considera que ese amor solo puede recuperarse reconociendo su fundamento espiritual. El líder conservador hizo un llamamiento directo: que las personas redescubran, a través del amor por su patrimonio y por su país, que "hay un poder superior que nos da ese amor". Y concluyó con una invitación práctica y concreta que resume toda su visión: "Volver a la iglesia o al menos estar dispuestos a hablar con amigos sobre hacerlo". Para Kevin Roberts, la renovación de Occidente no vendrá solo de mejores políticas públicas o reformas institucionales. Vendrá de personas que recuperen la dimensión religiosa de sus vidas, que entiendan que la fe no es un asunto meramente privado, sino parte esencial de lo que significa ser humano y vivir en comunidad. Y que, al vivir esa fe públicamente, no solo enriquecen sus propias vidas, sino que protegen las libertades de todos, creyentes y no creyentes por igual.