¿Quién es Job, el santo de la paciencia con el que Abascal compara a Casado?

El presidente de Vox, Santiago Abascal recrimina al líder del PP, Pablo Casado, tener más paciencia que el personaje Bíblico Job ante la actitud del Gobierno de Pedro Sánchez

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Quien le iba a decir al santo Job, personaje del Antiguo Testamento y que fue considerado durante siglos como el mejor modelo de paciencia, que fuera a recobrar protagonismo tras ser nombrado en el pleno que se ha celebrado este miércoles en el Congreso de los Diputados, en el que se debate la prórroga del Estado de Alarma para evitar la propagación del COVID-19 hasta el 9 de mayo.

Quien se ha acordado del Santo Job en la Cámara Baja ha sido el presidente de Vox, Santiago Abascal, para referirse en su segunda intervención a la actitud paciente de su homónimo del PP, Pablo Casado, hacia el Gobierno de Pedro Sánchez: “A mí me sorprende que el señor Casado todavía tenga tanta paciencia con ustedes (refiriéndose al Ejecutivo), a pesar de que tiende la mano y ustedes sistemáticamente les atacan desde esta tribuna. Es ya el santo Job”.

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Ciertamente es sorprendente que un político recurra a esta figura del Antiguo Testamento. Por ello, vamos a recordar en COPE.es quien fue Job y por qué nos acordamos de él cuando tenemos que echar mano de nuestra paciencia ante los constantes obstáculos que se interponen en nuestros caminos a lo largo de nuestra existencia.

Job: un hombre inmensamente rico

Job fue un patriarca de Israel. Durante cientos de años, fue considerado un ejemplo de paciencia, en los tiempos anteriores a Jesucristo. Nació al suroriente de Palestina, en un territorio donde proliferaban destacados sabios. Job se caracterizaba por apartarse siempre del mal, ya que tenía la obsesión de no incomodar u ofender a Dios.

A nivel económico, era muy pudiente. Contaba en su haber con miles de ovejas, camellos o bueyes, además de un amplia mano de obra. Según narra la Biblia, en ocasiones sacrificaba animales para ofrecérselos a Dios, siendo el instrumento que empleaba para pedir perdón por los pecados de sus diez hijos: “¡Quien sabe si alguno de mis hijos haya disgustado al Señor con algún pecado!”, exclamaba.

Dios puso a prueba a Job por petición de Satanás

Dios reconocía la bondad de Job con frecuencia pero, Satanás, no tenía la misma visión, y restaba mérito a su buen comportamiento. Argumentaba que esta bondad se debía a que Dios le había tratado muy bien, dotándole de gran cantidad de animales y personas a su alrededor. Por ello, Satanás propuso a Dios permitirle arrebatarle sus riquezas, para que de esta forma comprobara que comenzaría a portarse mal.

Dios accedió y autorizó a Satanás atacar sus bienes, pero no al propio Job. Días después, un mensajero se reunió hasta donde se encontraba Job para comunicarle que unos guerrilleros habían matado a sus trabajadores y robado sus animales.

Cuando no había terminado el mensajero de relatar lo ocurrido, llegó un segundo obrero y dijo: “Cayeron rayos del cielo y mataron a todas sus ovejas y a sus pastores. Solamente yo logré salir huyendo para traerle la noticia”.

Acto seguido, llegó un tercero que siguió acumulando malas noticias: “Los enemigos del país vecino se dividieron en tres escuadrones y atacaron los camellos, mataron a los arrieros, y se llevaron todos los animales. Únicamente yo logré huir para venir a contarle la noticia”.

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El drama era mayúsculo, pero lo peor estaba por llegar. Fue en el momento en el que se acercó el cuarto mensajero: “Sus siete hijos y sus tres hijas estaban almorzando en casa del hijo mayor y se cayó el techo y los mató a todos”.

Ante tantas malas noticias Job, apenado, se rapó la cabeza en señal de duelo y exclamó: “Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea Dios”. En ningún momento Job reprochó nada a Dios, pese a tantas desgracias sucedidas en tan poco intervalo de tiempo.

Dios alabó la actitud de Job, pero Satanás volvió a mediar

Dios valoró el buen talante de Job, y cuando volvió a reunirse con sus ángeles en el cielo, les dijo: “¿Se han fijado en mi amigo Job? No hay ninguno tan santo como él en la tierra. Tiene gran temor de ofenderme y se aparta siempre del mal. ¡Y aunque he permitido que le sucedan tantos sufrimientos, no se aparta de mi amistad!”.

Una vez más, Satanás entró en juego y argumentó la buena conducta de Job por su buena salud, y retó a Dios a arrebatársela. Una vez más, Dios accedió, con la premisa de que no se le quitara la vida. Poco después, Job sufrió una enfermedad grave de piel. Ante la crueldad de la enfermedad, no se inmutó: “Si aceptamos de Dios los bienes, ¿por qué no vamos a aceptar los males que Él permita que nos sucedan?”

Tal fue la amargura por la que tuvo que pasar, que días más tarde Job llegó a decirle a Dios que le parecía que el Señor había exagerado en el modo de hacerle sufrir, y que siendo Dios tan poderoso por qué se venga de un pobrecito tan miserable como él.

Entonces intervino Dios y le contesta fuertemente a Job que la criatura no tiene porqué pedirle cuentas al Creador, y empieza la voz de Dios a hacer una descripción maravillosamente poética de los seres que El ha creado. “¿Cuando yo hice el universo dónde estabas tú? ¿Cuando hice el mar y los animales que lo llenan, por dónde andabas a esa hora?”.

Y continuó: “Cuando yo hice a todos estos animales, ¿dónde estabas tú, para que ahora me vengas a pedir cuenta de lo que yo hago? ¿Quién es este que se atreve a discutirme?”.

Job se arrepiente y Dios le recompensa

Job se da cuenta de que hizo mal en ponerse a pedirle cuentas a Dios y le dice humildemente:“Señor: me he puesto a hablar lo que no debía decir. Retracto mis palabras. Me arrepiento de lo que he dicho al protestar. Te pido perdón humildemente, mi Señor”.

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Luego, Dios le concedió a Job el doble de bienes de los que antes había tenido. Vinieron todos sus familiares cercanos y lejanos y cada uno le trajo un regalo y una barra de plata, y un anillo de oro y celebraron un gran banquete en su honor. Y Dios bendijo otra vez a Job y le concedió 14.000 ovejas, 6.000 camellos, 1.000 pares de bueyes, y 1.000 asnas. Se casó de nuevo y tuvo siete hijos y tres hijas. Y sus hijas fueron las mujeres más bellas de su tiempo. Y Dios le concedió a Job una larga vida. Vivió hasta los 140 años. Y conoció a los nietos, a los biznietos y a los tataranietos. Murió en feliz ancianidad y lleno de alegría y paz.

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