Francisco Cerro: Santa María, ayúdanos a caminar juntos con alegría

Agencia SICAgencia SIC

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La Inmaculada Concepción, la llena de gracia, la concebida sin pecado original, nos recuerda que estando llena de Dios, no cabría en Ella nada que no fuese vivir como Madre del Hijo, Hija del Padre y Esposa del Espíritu Santo, para cuidar de sus hijos en este valle de lágrimas. La Virgen nos acompaña en este caminar juntos con alegría. Nunca se aleja de sus hijos, a los que les entrega desde Belén y la Cruz, a Jesucristo, a toda la humanidad como Redentor del mundo.

Tres son las claves que nos ayudan en este momento, en comunión con toda la Iglesia y con el Papa Francisco, a caminar para vivir la coherencia evangélica y la llamada común y universal a la santidad que brota de nuestro bautismo.

1. Somos Hijos de Dios. Esta alegría nada ni nadie nos la podrá arrebatar. Somos hijos en el Hijo. María, como Madre de Dios para alcanzarlo todo, y como Madre nuestra, para concedérnoslo, nos recuerda la alegría de caminar como hijos de Dios todos juntos con alegría. Somos una familia, la familia de los hijos de Dios. Nunca estamos solos. Sabemos que estamos acompañados por el amor de un Padre que cuida de nosotros y de una Madre, la Inmaculada, que está hasta en los detalles más sencillos y humildes, para mostrarnos su amor incondicional. Ser hijos de Dios es el carnet de identidad de nuestro ser para vivir como tales evangelizando un mundo que agoniza de frio y que no encuentra el camino de la vuelta al Hogar de la verdadera vida que
es Dios nuestro Padre.

2. Somos hermanos. La encíclica «Fratelli tutti» del Papa Francisco nos lo ha recordado. Si somos hijos tenemos hermanos y la obligación de ser coherentes con nuestra vida fraternal, si no queremos entristecer el Corazón del Padre y de la Madre. Quien es buen hijo, es buen hermano y quien es buen hermano es buen hijo. No conozco a nadie que, no siendo buen hermano, sea buen hijo, porque sabe que le falta un elemento esencial de la plenitud de su vida familiar. La filiación exige vivir la fraternidad y una vida fraternal es la prueba del algodón de que en verdad somos buenos hijos.

3. Somos caminantes. No somos vagabundos que no saben ni les interesa de dónde vienen y a dónde van. El caminante se hace peregrino del Absoluto. Vive sus raíces, con la alegría de crecer, para ir a la meta, el cielo. Descubrir la dimensión del peregrino, del caminante con María nuestra Madre, es siempre apostar para llegar y no llegar solos, sino en familia, todos juntos, compartiendo las alegrías, las esperanzas y las dificultades de la vida.

Es necesario vivir caminando, con la conciencia de que el Señor está y vive a nuestro lado y nos ha dado a su Madre la Inmaculada, para que vivamos sembrando nuestra tierra de la alegría y el gozo del «amor de Dios».

Que María Inmaculada, nos ayude a hacer de toda nuestra vida una alegría viviendo gestos
cotidianos de amor y servicio.

+ Francisco Cerro Chaves

Arzobispo de Toledo

Primado de España


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Fuente
Religión