Estas son las claves para que "el móvil" no sea un problema para las familias

Ese pequeño aparato que surgió para poder hablar con otras personas y, en situaciones puntuales, mandar breves mensajes de texto se ha convertido en un «todo en uno»

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El móvil es una herramienta cada vez más utilizada por personas de todas las edades, pero, ¿en qué se ha convertido lo que nació como teléfono para comunicarnos? Ese pequeño aparato que surgió para poder hablar con otras personas y, en situaciones puntuales, mandar breves mensajes de texto se ha convertido en un «todo en uno».

Ahora no llevamos un teléfono en nuestro bolsillo, sino que llevamos un aparato que, además de poder hacer llamadas o escribir mensajes, es una televisión, un reproductor de sonido, una videoconsola, una enciclopedia o un ordenador, entre otras muchas cosas porque también es un tom tom, es una radio, una cámara de fotos, una cámara de vídeo…

Pero todo esto que suena a sueño de la carta de los Reyes Magos, lejos de ser un objeto que nos facilite la vida ha llegado a ser un elemento que nos la complica y mucho. Porque este «todo en uno» está siendo un auténtico problema para las familias que han visto cómo su comunicación, su vida familiar, su relación y hasta sus trabajos se están viendo afectados por los efectos que esta tecnología está teniendo en nuestras vidas.

Por esta razón, la ACdP abordó el impacto del teléfono móvil en la familia en las V Jornadas de Católicos y Vida Pública celebradas por el centro de Guadix de la Asociación. En ellas, Diego Blanco Albarova explicó hasta qué punto es importante que los padres seamos ejemplo para los hijos. Porque, cuando hablamos del efecto de las pantallas, normalmente solemos fijarnos en niños o jóvenes, pero la realidad es que los dispositivos móviles están causando efectos adversos en todas las personas que los utilizan, independientemente de su edad, condición social o capacidad intelectual.

Y es que son ya muchos los estudios que muestran las consecuencias que el excesivo uso de las pantallas está teniendo tanto en el cerebro humano como en nuestro comportamiento. No es de extrañar, por tanto, que expertos tecnológicos como como Bill Gates, Steve Jobs o Tim Cook (director ejecutivo de Apple) hayan prohibido a sus hijos y sobrinos que tengan contacto alguno con las pantallas o las redes sociales.

Del mismo modo, Suecia ha destinado este año 60 millones de euros (y otros 45 millones en 2024 y 2025) para que los libros vuelvan a predominar en las aulas ante los lamentables datos académicos obtenidos tras el lanzamiento de su estrategia de digitalización en las escuelas (a pesar de seguir siendo los mejores datos de Europa). Tanto es así, que la ministra de Educación Lotta Edholm ha paralizado esta estrategia y ha reconocido que los libros «tienen ventajas que ninguna tablet podrá sustituir» y quiere reducir el tiempo de uso de las pantallas en las escuelas del país. Pero, ¿cómo afectan los móviles en las familias?

Cada vez nos cuesta más comunicarnos

Además de cambios en el desarrollo del lenguaje, en la calidad del sueño o en la creatividad, las pantallas están teniendo un efecto devastador en las familias porque, como señala Marián Rojas Estapé «las pantallas generan aislamiento». Por este motivo, muchos jóvenes conectan mejor con una pantalla que con una persona.

Sin embargo, como señalábamos antes, esta consecuencia la sufren todos los usuarios porque las pantallas nos distraen y hacen que estemos físicamente en un lugar, pero mentalmente en otro. Esto hace que la comunicación familiar se haya visto muy afectada ya que las conversaciones se han convertido en algo no lineal, superficial y sin una verdadera atención.

Esta es una de las razones por las que los miembros de una familia están cada vez más distanciados, las pantallas nos conectan con los que no están desconectándonos de los que están, y por tanto, terminamos sintiéndonos solos en compañía.

Son muchos los matrimonios que cada vez hablan menos porque el tiempo que tienen para estar juntos lo pasan delante de una pantalla, esto produce un desapego y un distanciamiento que con el tiempo destruye las relaciones de pareja. Somos menos capaces de esperar, la inmediatez de la tecnología ha reducido drásticamente nuestros tiempos de espera provocando que cada vez tengamos menos paciencia y queramos todo ya. Esta falta de autocontrol hace que estemos con una constante necesidad de búsqueda del placer inmediato y de estímulos que nos dificultan, cuando no impiden, que seamos capaces de dedicar el tiempo y el esfuerzo que requieren las relaciones humanas. Además, las pantallas producen un efecto de distracción que hacen que, en un momento de aburrimiento, en lugar de buscar alternativas o gestionar nuestra frustración, nos distraigamos y, por lo tanto, luego no sepamos reaccionar de manera correcta ante situaciones que nos requieren esfuerzo, nos provocan frustración o nos suponen un conflicto.

Nos cuesta mucho más trabajar y esforzarnos a medio o largo plazo

Trabajar y esforzarnos en cosas cuya gratificación va a llegar a largo plazo nos resulta cada día más difícil, porque nuestra necesidad de gratificación inmediata está haciendo que realicemos menos tareas arduas o que nos resultan menos estimulantes. A esto se añade la constante interrupción que el móvil supone y que hace que nuestro tiempo de atención en una tarea sea muy limitado. Es por esto que estamos constantemente alternando la atención, lo que nos hace menos eficientes y menos constantes a la hora de realizar nuestro trabajo.

Adicciones

Cada día son más las adicciones que se diagnostican, tanto en adultos como en menores. La posibilidad de disponer de contenidos estimulantes en cualquier momento y cualquier lugar nos están haciendo adictos a las pantallas, a la dopamina que nos provocan los «me gusta» en redes sociales, a las series, los videojuegos, o la pornografía.

Por eso, lo más importante es aprender a gestionarlos y que sean una herramienta al servicio de la familia, en lugar de un objeto en torno al cual gire la familia. Para ello, hay varias pautas que nos pueden ayudar a colocar las pantallas en su lugar:

Ser conscientes del papel que tienen las pantallas en nuestra vida.

Decidir qué papel queremos que tengan de ahora en adelante.

No meter ningún tipo de pantalla en las habitaciones: esto nos ayudará a que las habitaciones sean un espacio de descanso, lectura o comunicación para la familia.

Dejar los dispositivos móviles en una cesta antes de las comidas para que éstas sean tiempo de compartir en familia.

Estipular unas normas claras para todos, por ejemplo, si estamos hablando con otros no se interrumpe para mirar el móvil. Es importante que estas normas sean para todos porque, como dice Marián Rojas Estapé, «los padres no pueden ser la excepción a las normas porque si no los hijos no las van a cumplir. Además, el mejor ejemplo para un hijo es el de su padre y los padres tienen que ser modelos de identidad para sus hijos».

Colocar, como explica Diego Blanco, los dispositivos tecnológicos en las zonas comunes para recuperar ese tiempo que compartían padres e hijos viendo juntos una película o una serie.

Proporcionar alternativas de ocio y tiempo libre a nuestros hijos.

Existen también otras iniciativas que nos ayudan a aprender a gestionar el uso de los dispositivos tecnológicos como Empantallados o el movimiento JuliOFF que propone como reto poner el móvil en blanco y negro durante 7 días este mes de julio para «descubrir tu vida a todo color».


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