La emocionante beatificación de 124 mártires jienenses en la Catedral de la ciudad andaluza: "Motivo de alegría para la Iglesia"

Una ceremonia histórica que se llevaba buscando durante años en la diócesis de Jaén y que ha presidido el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos en el Vaticano

El cardenal juntoa algunos de los 124 mártires beatificados

Rodrigo Simón Rey

Madrid - Publicado el

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28 de noviembre de 1936, en Villardompardo, provincia de Jaén. El sacerdote de la parroquia es sacado por la fuerza de su domicilio. Su nombre es Manuel Izquierdo Izquierdo, llevaba 15 años siendo el párroco y dormía en su cama cuando entraron a por él. A rastras le llevaron al campo y le degollaron a sangre fría con una navaja de barbero. Su cuerpo fue abandonado a la intemperie, fue devorado por los perros y las bestias, hasta que sus restos fueron enterrdos disimuladamente por algunas de las mujeres.

11 de septiembre de 1936, en Valdepeñas, en Jaén. El farmacéutico José Martínez, querido por sus vecinos y conocido por ser un ferviente católico, estaba retenido en el Casino de la Calle Real de la localidad. Allí, enfermo de unas fiebres, esperaba una mejoría para declarar ante las autoridades. Su mujer le visitaba a diario, mientras se lo permitían, pero esa noche, fue la última. Se lo llevaron en un camión, iban a Jaén dijeron, pero realmente iban a la cuneta de la Carretera de Fuensanta de Martos a Los Villares. Un sitio remoto en el que intentaron obligarle a renegar de su fe, ante la negativa de José, le descerrojaron un tiro que no llegó a matarle, pero le dejó agonizando entre gran sufrimiento, hast que finalmente expiró, asesinado a sangre fría por ser católico. Su ejemplo se perpetúa en el de su mujer, la madre de sus 6 hijos, Luz Luna Aparicio que, generosa, perdonó a los asesinos de su marido.

13 de enero de 1937, Martos, Jaén. Un bombardeo de las tropas franquistas desata la ira de los milicianos republicanos que se lanzan a por quien fuera para tomar represalias. Entran en el Monasterio de las Hermanas Clarisas y se llevan presa a su abadesa, Isabel María Aranada. Seguidamente, junto a otras 50 personas le transportan al cementerio de Las Casillas, pero por su condición religiosa es apartada. Reservan para ella una saña aun mayor. La atan a una bestia que le arrastra por el campo, le obligan a comer estiércol, la humillación dejó paso a la violencia... Culatazos, patadas, escupitajos, la abadesa con la pierna rota y la vida escapándose de su cuerpo se agarró a la verja del cementerio, resistiendo la enajenación asesina de sus agresores. Al ver que no moría, una lluvia de balas terminó con su resistencia. Esa mano con la que se agarraba a la verja no pudo ser desprendida ni después de muerta, por lo que sus asesinos se la cortaron.

Una ceremonia emocionante

Como ellos, otros 121 mártires de la provincia de Jaén, todos ellos asesinados en esa terrible época de enfrentamiento y cruenta Guerra Civil, en ese que, sin duda, es el momento más oscuro de la Historia de España. Todos ellos asesinados por el odio feroz que guiaba la ira de los ejecutores a actuar contra los que seguían a Cristo. A partir de este sábado, ya son beatos, y como tal, interceden por todos los jienenses“Los mártires beatificados hoy son sin duda un modelo de cristianismo. El martirio es el testimonio más elevado de la fe cristiana, porque encarna el amor total a Cristo y a los hermanos, transformando el sufrimiento en redención y la sangre en semilla de evangelización”, aseguraba el Cardenal Semeraro, encargado de presidir la ceremonia en la Catedral de Jaén.

reliquias mártires

Los familiares de los mártires estuvieron presentes

"Yo escuché de labios de mi abuelño, ya difunto, la historia del beato Felipe, que fue sacerdote en Porcuna y siempre ha sido un referente para toda la familia y para el pueblo. Verle elevado a los altares es un motivo de alegría para la familia, para el pueblo, para la Iglesia... Y yo, particularmente, le tengo también cariño y devoción", nos decía a COPE Cayetano, familir del ya beato Felipe Vallejos, martirizado el 15 de diciembre de 1936 después de sufrir un auténtico infierno en la tierra entre los golpes, las palizas, que le provocaron la pérdida de un ojo, y el tiempo que pasó en prisión hasta que unos tiros en la cabeza acabaron con su vida.