¿Quién fue la madre Maravillas que pasó de vivir en un palacio a ser expulsada de un convento?
El obispo emérito de Getafe, Joaquín María López de Andújar, vive actualmente en la casa del capellán del convento que la santa madrileña fundó en Getafe de 1961
Maravillas de Jesús
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Canonizada por san Juan Pablo II durante su última visita a España en 2003, la madre Maravillas “no creó nada nuevo ni enseñó una manera de vida propia, sino la recibida de sus Santos Padres, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, que ella había asimilado tan perfectamente. Uno de los rasgos más característicos de la Madre es su fidelidad al ideal teresiano”. Así lo ha explicado en el programa "Eméritos", de TRECE, el obispo emérito de Getafe, Joaquín María López de Andújar, que en aquel momento ya era obispo auxiliar de la diócesis.
Ahora el prelado reside en la que era la casa del capellán en el Convento de las Madres Carmelitas de La Aldehuela, en Getafe. Un convento que la santa fundó en 1961, a catorce kilómetros de Madrid, donde había existido hasta hacía pocos años un monasterio cisterciense. En él vivirá retirada hasta su muerte.
Una vida "poco común"
Previamente, en 1924, apremiada por una inspiración divina, funda un carmelo en el Cerro de los Ángeles, junto al Monumento del Corazón de Jesús. De allí, ella y su comunidad fueron expulsadas en 1936 por causa de la Guerra Civil. La Madre Maravillas era una carmelita descalza poco común, ya que desde la más rigurosa vida contemplativa de un monasterio de clausura fue capaz de emprender una obra social y caritativa impresionante.
Con una personalidad entrañable, capaz de hacerse amiga hasta de los enemigos y un profundo amor a Dios y a los más necesitados, María de las Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán decidió de muy joven dejar su vida acomodada para abrazar la austeridad del carmelo . Sus padres eran los Marqueses de Pidal . Por línea paterna, la mayoría eran políticos. Su padre, Don Luis Pidal, trabajaba como embajador de España ante la Santa Sede y su abuelo había sido diputado.
Era normal que, en este ambiente aristocrático, la Madre Maravillas recibiera una educación por encima de la que podía recibir cualquier mujer de su época. Sin embargo, la comodidad no fue óbice para que cambiara radicalmente de vida. A los 28 años ingresó en el carmelo de El Escorial.
Conservar el espíritu
La misión de esta mujer carismática, profética y providencial fue siempre conservar ese espíritu de contemplación en ese formato de autenticidad, de pobreza, de trabajo manual, de silencio y de alegría, tan clásicos en el Carmelo Descalzo. A lo largo de su vida, son infinitas las veces que escribe o habla de la «felicidad de ser carmelita», «de ser hija de nuestra Santa Madre Teresa».
Sensibilidad y esfuerzo
Consideraba un verdadero tesoro la vida que sus Santos Padres habían legado, y procuró, con todas sus fuerzas, mantener esta herencia. Con este objeto, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, que aconseja la formación de uniones o asociaciones como medio de ayuda entre los monasterios de vida contemplativa, en 1972 la Madre obtuvo de la Santa Sede y de la Orden la aprobación de la «Asociación de Santa Teresa», integrada por los carmelos fundados por ella y otros muchos que se adhirieron.
Su espíritu inquieto y su gran sensibilidad ante los más pobres entre los pobres le permitió no desconectar nunca de las necesidades reales del mundo. En sus 55 años de vida religiosa, santa Maravillas fundó once conventos en distintos puntos de España y uno en la India. Además hizo construir en Getafe el colegio que hoy lleva su nombre, «Madre Maravillas».
Las hermanas que vivieron con ella le solían replicar entre bromas que no se puede ayudar a todo el mundo, pero ella siempre insistía: «A todo el mundo no, pero sí a quien pase a nuestro lado» . Y las necesidades del prójimo nunca encontraban límites en su generosidad. Prueba de ello, fue la construcción de una barriada completa de más de 200 casas en la localidad madrileña de Perales del Río, que lleva el nombre de «Colonia Madre Maravillas» y en la que hoy viven centenas de familias.
Su muerte. Fama de santidad
Durante los trece últimos años de su vida pasados en el Carmelo de La Aldehuela, se podría afirmar de la Madre que las palabras de san Pablo: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí», fueron una realidad llegada a su plenitud y consumación. Murió en este monasterio el 11 de diciembre de 1974 a los ochenta y tres años de edad, rodeada de sus hijas, con una muerte llena de paz y de entrega. Repetía: «¡Qué felicidad morir carmelita!»
Las gracias que acompañaron su muerte revelaron la santidad de su vida. Su cuerpo exhaló un suavísimo y extraordinario perfume de nardos. Muchos se encomendaron a su intercesión, obteniendo toda clase de gracias espirituales y materiales. Muy pronto se extendió por todo el mundo la fama de esta humilde carmelita, y nació el deseo de su glorificación. Había sido enterrada en el cementerio del Carmelo de La Aldehuela, dentro de la clausura, y en 1981, ante la petición de innumerables personas, sus restos se trasladaron a la iglesia del convento. En la actualidad, su sepulcro es un foco de peregrinación, visitado por un número creciente de gentes de todo el mundo, que acuden a santa Maravillas en busca de consuelo y ayuda, o para agradecerle favores.