Palabras de despedida del arzobispo emérito de Zaragoza, Manuel Ureña Pastor

Palabras de despedida del arzobispo emérito de Zaragoza, Manuel Ureña Pastor

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Palabras de despedida del arzobispo emérito de Zaragoza, Manuel Ureña Pastor

Muy queridos hermanos y amigos: El 2 de abril de 2005, justo el di?a en que el papa san Juan-Pa- blo II habri?a de entregar su alma a Dios, se hizo pu?blico mi nombramiento de Arzobispo metropolitano de Zaragoza. Dos meses y medio despue?s, concretamente el 19 de junio de aquel an?o, vine a Zaragoza para entregarme plenamente al servicio pastoral de esta porcio?n del Pueblo de Dios.

Durante los casi diez an?os vividos en Arago?n he sido ciuda- dano y cristiano con vosotros, y pastor y obispo para vosotros. Como dice san Agusti?n, lo primero es un ti?tulo de gloria; lo se- gundo, algo que entran?a peligro y que estremece por la grave responsabilidad que implica.

Como ciudadano con vosotros, he sentido gratamente vues- tracompan?i?a, vuestra bondad, vuestra ayuda en todo momento, el que me haya?is abierto vuestras casas y me haya?is dado entrada en vuestros corazones, brinda?ndome siempre el valioso calor de la amistad.

¡Cua?nto debo humanamente a Zaragoza! Centra?ndome, por ejemplo, en el a?mbito del cuidado de la salud fi?sica, en esta ben- dita ciudad de Mari?a, surcada por el Padre Ebro, he vivido varias dolencias serias en mi cuerpo que fueron felizmente superadas por el amor y la ciencia de los grandes me?dicos aragoneses. To- dos recorda?is la intervencio?nquiru?rgica de bypass a la que hube de someterme en octubre de 2008 y que tanto agradecio? mi co- razo?n. Y a esta primera intervencio?nquiru?rgica siguieron otras.

Y, si pasamos del a?mbitofi?sico al espacio del alma, siempre recordare? que las personas de la Archidio?cesis de Zaragoza me habe?is colmado con vuestro amor y con vuestra generosidad, uno y otra mostrados de mu?ltiples formas y maneras.

Por u?ltimo, los cristianos de Zaragoza me habe?is ayudado a crecer en la fe, a querernos ma?s, a ser todos ma?s fieles a Dios. Con vosotros he sido cristiano y he avanzado en el amor y en el santo temor de Dios.

Doy, pues, las gracias a todos por haber cuidado de mi sa- lud, por haberme regalado el acceso a vuestras personas y por haberme permitido avanzar en santidad y justicia a vuestro lado.

Pero, adema?s de ciudadano y de cristiano con vosotros, he sido tambie?n, por expreso designio de Dios y de su Iglesia, pas- tor y obispo, guardia?n de vuestras almas.

En efecto, durante todo el tiempo que vivo aqui?, he inten- tado llevar a vuestras almas el Evangelio de Cristo, que es Cristo mismo, su propia persona. A esto, precisamente, fui enviado por el Espi?ritu y por la Iglesia.

Permitidme agradezca a toda la Iglesia de Zaragoza lo mu- cho que e?sta me ha ayudado en el cumplimiento de la misio?n

evangelizadora encomendada. ¿Que? seri?a el obispo sin su pres- biterio? Un abrazo especialmente fuerte a mis sacerdotes, a los de aqui? y a los venidos de fuera a ayudarnos en los duros traba- jos por el Evangelio. Y ¿que? seri?a el pastor sin la vida consagrada y sin los seglares? Dicho en si?ntesis, ¿co?mopodri?a el obispo evangelizar si no estuviera siempre acompan?ado por la Iglesia que e?l preside en el nombre y en la persona de Cristo? ¿Acaso los consagrados y los seglares no participan, a trave?s del sacerdo- cio real, del u?nico sacerdocio de Jesucristo?

¡Cua?nto hemos trabajado juntos! ¡Cua?nto hemos sufrido codo con codo! Y ¡cua?nto hemos gozado tambie?n! Demos, pues, gracias al Padre, alabe?mosle por Cristo en el Espi?ritu.

Sin embargo, hemos llegado a un punto, a un "ahora", en que corresponde obedecer a Dios y no exasperar ni forzar la naturaleza, pues podri?amos pecar contra el quinto manda- miento del Deca?logo. Por lo tanto, demos gracias al Santo Pa- dre Francisco por haber descargado a este hijo y hermano suyo de los graves trabajos del ministerio pastoral al frente de una dio?cesis. Al fin y al cabo, lo que realmente importa es que mi renuncia sirva para el bien de la Iglesia de Zaragoza. Y, ya desde ahora, urge comencemos a rezar por el nuevo pastor que nos guiara? en adelante hacia Dios. ¡Sen?or, danos a un pas- torsegu?n tu corazo?n! Un pastor do?cil a tu palabra, humilde, compasivo, misericordioso, fiel a la Iglesia, tu esposa, y al Santo Padre el Papa; un pastor que sea padre de los pobres, que nos abrase con su celo evangelizador, que no caiga nunca en la trampa de la acedia y que nos edifique por la santidad de su vida.

En cuanto a mi pro?ximo futuro, seguire? trabajando en favor del Evangelio, si bien de otro modo: en el silencio, mediante la oracio?n y tambie?n con la predicacio?n del Evangelio alli? en donde se me llame, siempre con la anuencia y la aquiescencia del que vendra? en el nombre del Sen?or y sera? el guardia?n de nuestras al- mas.

Solo me queda pedir perdo?n a Dios por las ofensas que le han infligido y le infligen mis pecados, y pediros tambie?nperdo?n a vosotros, tanto a mis hermanos en la fe como a los hombres de buena voluntad que el Sen?or ha puesto en mi camino. Al mismo tiempo, concedo de corazo?n mi perdo?n a quienes pudieran ha- berme ofendido consciente o inconscientemente.

Rezad por mi? al Sen?or. Tambie?n yo seguire? hacie?ndolo por vosotros. Y no olvidemos ponernos todos los di?as bajo la interce- sio?n de la Santi?sima Virgen del Pilar, nuestra madre del cielo.

? Manuel Uren?a Pastor,

Arzobispo eme?rito de Zaragoza