Ser cristiano laico

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Agencia SIC

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Mons. Francesc Conesa Queridos diocesanos: La vocación y misión de los fieles laicos tiene su fundamento en dos sacramentos, el bautismo y la confirmación. Y, para muchos de ellos, también el sacramento del matrimonio. El Concilio explicó que los laicos "incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde" (LG 31). Por el bautismo, el laico está capacitado para proclamar el Evangelio con su palabra y testimonio de su vida (función profética), para ofrecer su vida a Dios como ofrenda grata (función sacerdotal) y para servir en la caridad al prójimo y al mundo (función real).

s importante profundizar en la vocación laical y reconocerla con agradecimiento al Señor. Poco a poco, en la Iglesia se va superando la concepción del laico como alguien que es meramente pasivo y que está sometido a los clérigos, aunque aún queda mucho por hacer. Los laicos no sólo pertenecen ala Iglesia, sino que son Iglesia. El Vaticano II fue el primer Concilio que trató con amplitud la realidad teológica y pastoral del laicado, subrayando que la Iglesia no está verdaderamente formada, ni vive plenamente, mientras no exista un laicado maduro, adulto y corresponsable (cf. AG 21). La razón de ello es clara: el Evangelio no puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en el pueblo sin la presencia activa de los laicos.

Un elemento distintivo, que es propio y peculiar de los laicos es la "secularidad", es decir, el hecho de que su vocación y misión se desarrolla en el mundo. El carácter secular es propio de toda la Iglesia, porque el mundo es el lugar de su misión, pero corresponde a los laicos, por propia vocación, "buscar el reino de Dios tratando y ordenando las realidades temporales según Dios" (LG 31), según el Espíritu de Cristo y de su Evangelio, siendo sal y luz salvadoras de la tierra y de la comunidad humana.

Los cristianos laicos son Iglesia en el mundo. El mundo es para los fieles laicos el ámbito y el medio en el que desarrollan su vocación bautismal y alcanzan la santidad. Todo cristiano está llamado a vivir su bautismo y ser santo. El fiel laico responde a esta llamada insertándose en las realidades temporales y participando en las actividades terrenas. La familia, el trabajo, la vida profesional y social ordinaria son el ámbito de santificación. Juan Pablo II, haciéndose eco del Sínodo de Obispos, decía: "Los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres, llevándoles a la comunión con Dios en Cristo" (Christifideles Laici, 17).

Hemos de superar de una vez por todas la identificación de la Iglesia con el clero y revalorizar la dignidad del laicado y su función. Los laicos no son sólo obreros de la viña, sino que son parte de la viña misma. Son miembros vivos de nuestra iglesia.

+ Francesc Conesa Ferrer

Obispo de Menorca