Iglesia resucitada (I)
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Mons. Agustí Cortés Proclamamos, llenos de alegría, que la Iglesia resucita con Jesucristo. También que con Él resucita toda la humanidad de todos los tiempos. Podemos incluso decir que resucita el mundo, el cosmos entero.
Ya no nos resultan extrañas estas afirmaciones, pues, si bien se tendrían que explicar, hace mucho tiempo que resuena en la Iglesia aquel mensaje del Concilio Vaticano II: "El Verbo de Dios, al hacerse hombre se unió de alguna manera con todos los hombres" (GS p 22). Los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI hicieron de ello uno de los pilares del humanismo cristiano.
Hemos mirado de cerca durante la Cuaresma la Iglesia tentada, probada, luchando contra engaños y trampas. Ahora, en el tiempo pascual, corresponde fijarnos en la Iglesia resucitada, la Iglesia, no precisamente "triunfante", pero sí victoriosa en pequeñas batallas, que jalonan la vida cotidiana.
Damos por supuesto que en la lucha que la Iglesia mantiene para ser fiel a su Señor se cumple la ley evangélica, según la cual para poder participar de la resurrección de Cristo, uno ha de participar de su muerte. Nuestra Iglesia, en efecto, se ha unido a Cristo en pequeñas muertes, renuncias o sufrimientos, rostros de la Cruz. Pero hoy constatamos que ella vive el Misterio Pascual, no sólo en la liturgia, sino también en la vida de cada día y que, por tanto, también hay signos de Iglesia resucitada. Estos signos han de ser igualmente dignos de nuestra meditación y oración.
¿Podemos detectar signos de resurrección en nuestra Iglesia?
Tuve una gran satisfacción de recibir un libro pequeño, pero de una gran riqueza testimonial y de gran valor literario y espiritual. Además, para mí, con un valor entrañable, a causa de la relación de profunda amistad que unía a mis padres con la familia de su autor y con él mismo. Se trata de El salterio de mis horas, de Luis Lucia Lucia. He de confesar que el recuerdo del personaje y su mundo evoca en mí la existencia de aquella Iglesia sufriente y, al tiempo, resucitada. Un cristiano verdadero, periodista, comprometido en el mundo de la política con el ánimo de plasmar en lo concreto los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Demócrata que aceptó sinceramente el régimen de la República, diputado y ministro, tras el alzamiento de Franco fue encarcelado por el gobierno republicano y posteriormente condenado a la cárcel y al destierro igualmente por el régimen franquista. Inmerso en el sufrimiento y la oscuridad compuso oraciones y mensajes nacidos de su profunda fe y de su amor a Cristo.
"A las puertas de la muerte me llevaron porque no sabía odiar. Y de las puertas de la muerte vuelvo y aún no he aprendido a odiar. Porque en esto quieres Tú que nos conozcan: en que tenemos caridad…. Y amo lo mismo a la mano que me acaricia que a la espina que me hiere, porque Tú me has dado la sensibilidad lo mismo para la dulzura que para el dolor… Común fraternidad que dice común paternidad. Fraternidad de criaturas que dice comunidad de creador".
¿Qué Iglesia dio a luz palabras y vida semejantes? ¿No fue una Iglesia realmente resucitada? Miles y miles de católicos, conocidos o anónimos, florecieron y florecen en la Iglesia con la savia del Resucitado. ¿Puede haber mejor motivo para seguir creyendo y esperando?
? Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat