Carta pastoral del Cardenal Ricardo Blázquez: La Encíclica "Fratelli tutti"
Carta pastoral del Cardenal Ricardo Blázquez: La Encíclica "Fratelli tutti"
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Los títulos que llevan los grandes documentos del Papa son significativos de su contenido. De ordinario son las primeras palabras del documento en la versión latina. El Papa Francisco ha elegido como título de las dos encíclicas últimas unas palabras de San Francisco de Asís "Laudato sí, mi Signore" y "Fratelli tutti". El primero está tomado del Cántico de las criaturas, y el segundo es de otro escrito del Santo de Asís. Esto manifiesta que cuando fue elegido el Card. M. Bergoglio como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal el nombre de Francisco, en recuerdo de San Francisco de Asís es una inspiración de su pontificado. La fraternidad universal, la pobreza, la alegría y la alabanza son constantes de su magisterio. Son claves que nos ayudan a comprender su palabra abundante y cercana. Sorprende que San Francisco llame hermano al sol, a la luna, al agua, a la tierra, "hermana madre tierra", e incluso a la misma muerte llama "hermana". Para el "poverello" de Asís el universo entero es criatura de Dios, como es él; y la tierra es la casa común.
Los destinatarios de la encíclica "Fratelli tutti" (Hermanos todos) somos todos los hombres y mujeres que formamos la humanidad y no sólo los cristianos, aunque seamos particularmente concernidos. La misma explicitación del contenido lo expresa con claridad: "Sobre la fraternidad y la amistad social" (nº 142). Juan XXIII saludó también como destinatarios de la encíclica "Pacem in terris" de 1963 "a todos los hombres de buena voluntad", introduciendo una novedad en este tipo de documentos. Hay una coherencia profunda entre el contenido de la encíclica del Papa Francisco y el hecho de que todos los hombres seamos destinatarios.
La encíclica está bellamente escrita y se lee con facilidad; como es habitual en el Papa Francisco los escritos son directos, y el lector se siente interpelado; no es únicamente exposición doctrinal, ya que introduce llamadas y exhortaciones de orden espiritual como un predicador; cita autores y documentos que los Papas anteriores no solían aducir. La misma distribución en numerosos capítulos facilita la lectura, ya que trata en cada uno aspectos concretos diferenciados. Yo invito a que sea leída, ya que ninguna introducción o presentación puede suplir la lectura personal y atenta. El esfuerzo será compensado con creces. Hasta los menos iniciados en temas de orden teológico y moral no hallarán dificultades.
Las citas que el documento aduce pertenecen en altísima proporción a intervenciones del Papa en ocasiones anteriores y muy diversas; por ello, la presenta encíclica de alguna forma es también compendio y recapitulación de la predicación y del magisterio del Papa Francisco. El que hayan sido incorporados muchos párrafos a un documento estructurado como una unidad ayuda a la comprensión de las reflexiones dispersas. Ha sido ampliamente citado también el Papa Benedicto XVI, su predecesor, especialmente en la encíclica "Véritas in caritate"; es un signo de comunión en la doctrina de la Iglesia y también un gesto de afecto y reconocimiento. Nadie está legitimado a introducir contraposiciones en lo que constituye la unidad de la doctrina, ya que la comunión eclesial acontece a lo largo de la historia y la anchura del mundo. Los cristianos tenemos hoy hermanos en todos los rincones de la tierra y también en el fluir de las generaciones que nos han precedido.
El Papa Benedicto XVI, siendo joven teólogo, publicó un libro pequeño y precioso titulado "La fraternidad cristiana" (Madrid, 1962), en que distingue la fraternidad universal, fundada en Dios Creador y Padre de todos los hombres, la misma naturaleza humana y en la común dignidad de las personas. Para los judíos hermanos es el perteneciente al mismo pueblo; la diferencia entre los extraños a Israel y los hijos de Israel está marcada por la historia de la nación, la religión, la sangre, la cultura. Pablo expone con vigor el concepto de la fraternidad cristiana. La paternidad de Dios se refiere en primer lugar a Jesús, su Hijo, y por medio de Él participamos los bautizados en la filiación divina y consiguientemente entre nosotros somos hermanos. El Dios de Israel y de nuestro Señor Jesucristo es el único Dios de todos los hombres (cf. Is. 45, 4-6). La encíclica del Papa alude a esta fraternidad cristiana, pero se centra en la fraternidad universal (nn. 277 ss.).
La parábola del Buen Samaritano (Lc. 10, 25-37), que desarrolla la encíclica en el capítulo segundo, titulado significativamente "un extraño en el camino", es una especie de "obertura" de una obra musical en que resuenan anticipadamente diversos temas. Hay muchas alusiones a lo largo de la encíclica a esta parábola, que es como un foco de luz que ilumina el camino de la humanidad llamada a la fraternidad universal. Conviene tener presentes los numerosos detalles de la parábola que son aducidos posteriormente para enfocar numerosas cuestiones a la luz del Evangelio. Subrayemos lo siguiente: A la pregunta ¿"quién es mi prójimo"? responde Jesús cambiando el sentido de la pregunta: "¿Quién se hizo prójimo del herido?".
El Papa Francisco aspira a purificar la Iglesia de abusos a menores, de opacidad y corrupción económica, del "carrerismo" e intereses torcidos. ¡Seamos discípulos humildes y fieles de Jesús! Y tiene el Papa, además, otra perspectiva como norte en su ministerio: la universalidad. La humanidad, que se halla en un cambio de época, se está unificando. La globalización en las comunicaciones sociales, en la información, en las relaciones económicas, necesita valores morales. A veces estamos conectados, pero no comunicados; la universalidad puede quedar en abstracción sin cercanía; hay una ingente producción que no llega a todos. Solo cuando los pobres, los últimos, los descartados, los migrantes, los refugiados, etc. se sienten a la mesa de los bienes de la tierra, se habrán sentado todos los hombres; no puede realizar la concordia el dinero sin "amistad social". La humanidad necesita el pan y la paz, la unidad y la universalidad. Es una encíclica que clama por la unidad de la familia humana en la que no haya discriminados, ni excluidos, en la que todos los pueblos, razas y lenguas formemos una fraternidad donde sea respetada la persona y su dignidad. Si no existe la "caridad social" no cumpliremos el designio de Dios. La globalización debe responder a la humanidad como una familia de hermanos y hermanos bajo la providencia de Dios creador y padre.
+ Ricardo Blázquez
Cardenal Arzobispo de Valladolid