Carta del obispo de Astorga: «Volveremos a crecer... con más fuerza»

Jesús Fernandez Gonzalez relata el trabajo de Cáritas Tenerife tras la erupción del volcán Cumbre Vieja

Tiempo de lectura: 3' Actualizado 12:43

El paisaje era desolador. La muerte parecía reinar en aquella tierra, pero, sobre el suelo de negra ceniza, se erguían orgullosos unos pinos de los que surgían brotes verdes de esperanza. El pino canario es fuerte y, una vez más, en esta tierra de lava escupida por el océano, se convierte en parábola de un pueblo dispuesto a luchar y a no dejarse vencer por la desgracia.

Todo comenzó el 19 de septiembre de 2021. Ese día, después de una serie de inquietantes temblores, se produjo la temida explosión y el mar rojo de rocas incandescentes comenzó a fluir desde lo alto del Cumbre Vieja. Rápidamente, se evacuó a los habitantes más cercanos. De todos se adueñó el temor. Pero los daños comenzaron a crecer. Al final, después de casi tres meses de erupción, el volcán se llevó por delante más de mil edificaciones y multitud de plataneras. Queda para el recuerdo la población de Todoque, desaparecida junto con su iglesia.

Del 22 al 24 de este mes de marzo, se reunió en la isla de La Palma el Consejo General de Cáritas española. Una vez al año, dicho Consejo visita una de las Cáritas diocesanas para conocer de primera mano sus proyectos y sus desvelos en favor de los pobres y excluidos. En esta ocasión, el objetivo era, además de compartir las inquietudes y dificultades causadas por este desgraciado accidente, apoyar, en la medida de nuestras posibilidades, la recuperación.

Desde el primer momento, notamos la cálida acogida por parte de los miembros de Cáritas Tenerife, con su obispo y presidente Mons. Bernardo Álvarez, su director Juan y su secretario Ricardo al frente. A primera hora de la mañana del día veintitrés, bordeando la isla por la parte sur, en el sentido de las agujas del reloj, llegamos hasta la zona del volcán, en la parte occidental del territorio. Allí, desde el mirador de Las Manchas, colocado al lado del monumento a la Virgen de Fátima, erigido después de la erupción producida por el volcán s. Juan en el año 1949, pudimos comprobar el enorme destrozo provocado por la ceniza y, aún peor, por la lava que llegó a alcanzar los 60 metros de altura en algunos lugares. Pudimos comprobar también la fortaleza de aquella gente, reflejada en una voluntaria de Cáritas que desde el primer momento se dedicó a ayudar a las personas afectadas y que, cuando la lava llevó por delante su casa, siguió con su labor solidaria.

La nueva carretera nos permitió acercarnos hasta la población de los Llanos de Aridane, donde saludamos a los trabajadores y voluntarios de la Cáritas local y visitamos los nuevos locales. Nos impresionó su testimonio. Especialmente significativas para mí fueron las palabras del párroco de la Sagrada Familia, donde celebramos la Eucaristía y compartimos mesa. El sacerdote me indicó que, a partir del primer momento de la erupción, el templo parroquial permaneció abierto durante 107 días seguidos, día y noche, para acoger a todas las personas que necesitaban amparo. Pronto llegaron los periodistas a cargar sus móviles, escribir y grabar sus reportajes, descansar… Allí se dio respuesta a necesidades materiales, se consoló a los tristes, se elevaron preces al Cielo… En definitiva, la parroquia se convirtió en “hospital de campaña”.

Con el cese de la erupción, se fue también el ruido mediático. Lo mismo fueron haciendo las ONGs. La solidaridad primera y las promesas se han quedado a medio camino. Sin embargo, Cáritas Tenerife, apoyada por las Cáritas españolas, sigue presente en una carrera de fondo. Una vez más, asistimos a la fatiga de la caridad. Menos mal, que siempre nos quedará Cáritas. Por eso, no nos extraña el grito palmero: “Volveremos a crecer… con más fuerza”. Al Señor se lo encomendamos.

+ Jesús Fernández González

Obispo de Astorga