"Alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación"

"Alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación"

Agencia SIC

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Queridos diocesanos:

La dramática situación que vivimos, por causa de la pandemia del COVID-19, me apremia a dirigirme a vosotros para expresar los sentimientos de la comunidad diocesana, que me llegan directamente, de los sacerdotes y los míos propios.

Pasamos por un tiempo de prueba y purificación que el Señor ha permitido en su providencia. La historia del pueblo de Dios, desde Abraham hasta hoy, está forjada con el entramado de pruebas que han provocado, junto al sufrimiento y la muerte, frutos de purificación, paciencia, solidaridad y caridad fraterna. En estos días, la fragilidad y el dolor nos ha unido entre nosotros y con el Cristo sufriente que no deja de acompañar a su pueblo y de padecer con él. Quiero expresar en primer lugar, mi comunión y la de toda la diócesis con aquellos que más han sufrido: los que han muerto o están en grave peligro de fallecer, los familiares y amigos que les acompañan con cariño y profunda compasión. La compañía en el sufrimiento es propia del cristiano, porque responde a la compañía que Cristo ha tenido con nosotros al padecer y morir en la cruz. Os acompañamos con nuestra plegaria y afecto sincero

Mi pensamiento alcanza también a las fuerzas de seguridad del Estado, policías, militares, guardias civiles, que, como servidores públicos, trabajan para que los ciudadanos seamos responsables en el cumplimiento de las disposiciones dictadas por las autoridades competentes. Hoy mismo me comentaban que en el santuario de la Fuencisla, donde el Santísimo Sacramento es expuesto a la adoración, entran policías y guardias a rezar y volver a sus diversos trabajos. Que la Virgen, nuestra Patrona, os acompañe y sostenga sin desfallecer en vuestro servicio público imprescindible. ¡Gracias por vuestra entrega generosa!

No quiero olvidar a tantas personas, agentes de pastoral y seglares, creyentes o no, que ayudan a personas imposibilitadas en sus necesidades ordinarias y a cuantos consuelan a los que sufren por los medios telemáticos modernos.

Aunque he dejado para el final a los sacerdotes, no son los últimos en su generoso servicio a los demás. Algunos de ellos en Segovia están contagiados. En Italia se ha dado la cifra de 51 muertos. Quiere decir que, como ministros del Señor, no abandonan a su rebaño en momentos difíciles, sino que lo acompañan con diversas iniciativas y con la eucaristía que cada día se ofrece por los fieles, aunque la celebren solos. La eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y en ella nos encontramos unidos con una intensidad que ni siquiera sospechamos. Hermanos sacerdotes, dad gracias a Dios por vuestro ministerio.

Acompañemos, pues, al hombre en su dolor, ese hombre doliente del que trata V. Frankl en sus escritos humanísticos, pero que nuestra compañía le abra al horizonte que trasciende su fragilidad: el del mundo del espíritu abierto a perspectivas de plena humanidad y de vida eterna. Seamos humildes ante la constatación de la impotencia. Podremos vencer al virus, en efecto, pero jamás venceremos el miedo que nos inculca nuestra condición mortal si no hacemos germinar la semilla de inmortalidad que Dios ha puesto en nuestra carne humilde.

+ El jueves santo, a la hora de comer, poned en la mesa un pan y una copa de vino, recordando la Cena del Señor. Leed algún pasaje evangélico (el lavatorio de los pies de Juan 13; o la institución de la eucaristía que nos trasmite san Pablo en 1 Corintios 11, 23-34. Y rezad unidos el Padrenuestro dando gracias a Dios por la eucaristía, el sacerdocio y el amor fraterno. Es muy sencillo, ¿verdad?

+ El viernes santo, si tenéis un crucifico, ponedlo en un sitio importante de la casa. Y, cuando paséis junto a él, miradlo con fe ?sobre todo a las tres de la tarde, hora de su muerte? besadlo con devoción y dadle gracias porque ha muerto por vosotros. Sed agradecidos con quien se puso en nuestro lugar padeciendo la muerte. Leed algún pasaje de su pasión o el sencillo relato de su muerte y guardad un momento de silencio, como esos que acostumbramos a hacer cuando ocurre una tragedia ¿No os conmueve este regalo inmerecido?

+ El sábado santo, por la noche, encended una vela, como hacemos cuando nos quedamos sin luz eléctrica. Que os ilumine tembloroso ese cirio que ahuyenta la oscuridad. Somos cristianos, hijos de la Luz, Cristo es nuestra luz porque ha resucitado y ha vencido la muerte. Si os atrevéis, cantad el aleluya, porque es la Pascua del Señor, su paso por nuestras vidas.

Podéis pedir también a vuestros párrocos las sugerencias que nos llegan de la Conferencia Episcopal en este tiempo en que la liturgia ha quedado tan restringida. El Papa Francisco, además, nos ha regalado el don de la indulgencia plenaria que podemos alcanzar ?enfermos, familiares, personal sanitario y cuantos no puedan asistir físicamente a la liturgia? participando a través de los medios de comunicación en alguna celebración, leyendo la Palabra de Dios o recitando ?con un corazón convertido que rechaza el pecado? las oraciones clásicas (Credo, Padrenuestro, Salve o Avemaría). Con este gesto, el Papa quiere expresar que Dios nos abraza con su misericordia y nos otorga el perdón. Cuando acabe el confinamiento podremos confesar y comulgar haciendo efectiva sacramentalmente la gracia de su misericordia.

Hermanos todos, sentíos acompañados por vuestro obispo. En cada eucaristía os tengo presentes y rezo especialmente por los enfermos y sus familias. Rezo con profundo dolor por quienes enterráis a vuestros seres queridos sin poder hacer el duelo que deseáis, y también por los ancianos de las residencias que teméis al contagio. ¡No temáis, desechad todo pensamiento que os agobie! Que el Señor os proteja de toda tribulación y María, nuestra madre piadosa, cuide de vuestras casas como cuidó la suya de Nazaret.

Con mi afecto y bendición.

+ César A. Franco Martínez

Obispo de Segovia