¡Aleluya!

Agencia SIC

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Mons. Braulio Rodríguez "¡Venid, cantores buenos, hijos de la alabanza del Dios verdadero! Han llegado los días en que hemos de cantar el Aleluya". Así se dirigía San Agustín, exultante de júbilo pascual a sus fieles. No han pasado los siglos por estas palabras; yo quiero utilizarlas también para dirigirme a vosotros, hijos de esta Iglesia de Toledo, para que viváis la alegría pascual. Las dirijo, ante todo, a los que han sido bautizados en la noche santa, en la Vigilia Pascual: adultos y niños en edad escolar. Pero pienso también en los que con la Pascua terminan su iniciación cristiana, con la Confirmación, plenitud del Bautismo, y ¡cómo no! a los que recibiendo a Cristo por primera vez se han iniciado a la Eucaristía y al domingo desde su primera comunión.

Sí, hermanos, alabad al Señor, alabad a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. El aleluya es un grito entusiasta de invitación a la alabanza, que muy a menudo introduce o cierra los salmos de David. Se entiende así que el anciano Tobías hablara del aleluya que se cantaba en las calles de Jerusalén en las grandes fiestas de Pentecostés, de los Tabernáculos o de la Dedicación del Templo. En ellas resonaba, pues, el júbilo de los salmos llamados "hallel". ¡Cuanto más cantaremos nosotros con júbilo ahora que lo hacemos en la Pascua, que es Cristo el Señor, el Resucitado! Si en la Pascua judía se conmemora aquella liberación divina que los hijos de Israel experimentaron en Egipto, ¡cómo no hacerlo nosotros, hijos del nuevo pueblo de Dios, ahora que renovamos nuestros sacramentos pascuales (Bautismo, Confirmación, Eucaristía) o los habéis recibido en esta Pascua!

"Vino al mundo un hombre nuevo, que instituyó para nosotros una ley nueva y trajo a la vida, mediante el Bautismo, a un pueblo nuevo. ¡Cantadle un cántico nuevo, porque resucitó y está sentado a la diestra del Padre!" Así exhortaba San Jerónimo en su comentario al Salmo 32. El Hombre que es Dios ha aparecido en el mundo y nos ha traído la noticia del Dios escondido, a Aquel a quien nadie viera jamás.

Los cristianos somos así: nos empeñamos en afirmar que Jesús, que ha muerto, no es un difunto: ha resucitado, está vivo, cuenta conmigo. La humanidad que tiene en común con nosotros, recibida de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, se ha transformado, de modo que ya no muere más. Este triunfo nos ha cambiado la vida, y nos hace vivir como hermanos. Así llevamos veinte siglos.

El Papa Francisco nos invita ya desde los primeros días de su ministerio a anunciar esta dicha. ¿Son muchos los que creen que Cristo ha resucitado? Muchísimos, aunque no sepan explicarlo de modo técnico o con argumentos lógicos, algo que por supuesto se puede hacer. "Éste es el día que hizo el Señor". De momento tenemos cincuenta días de celebración pascual, pero llegará la pascua eterna. Inimaginable. ¿Cómo perdernos algo tan grande? En la mañana de la Resurrección, que conmemoramos en el domingo de Pascua y en todo domingo, se entiende qué es ser cristiano.

¡Aleluya! Feliz Pascua 2013.

+Braulio Rodríguez

Arzobispo de Toledo