"Ya no queda un solo español que no conozca mucho mejor la catadura moral del hombre que dirige España igual que dirige el PSOE"
Escucha el monólogo de Jorge Bustos del martes 13 de mayo
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Bienvenidos, pájaros y pájaras, a este Consejo de Ministros. ¿Te imaginas que ha empezado así Pedro Sánchez la reunión de esta mañana en Moncloa con su equipo? Hombre, habría sido al menos un gesto de humor, nos humanizaría un poco al presidente. De hecho, si alguna virtud para él tiene la filtración de estos mensajes groseros es que confirma algo que todos sospechábamos hace tiempo: que esa apariencia de líder impecable que lee el teleprómpter como nadie es una pura máscara. Y que debajo de la máscara hay un ser humano... demasiado humano. Inseguro, irascible, despreciativo. Uno que llama maltratador y estúpido a Pablo Iglesias cuando abandona el Gobierno.
Le escribe a Ábalos sobre el fundador de Podemos algo inquietante: que lo suyo no es maldad sino “estulticia”, estupidez. O sea, para Pedro la maldad tiene un pase: lo peor en esta vida es ser un pardillo y dejar el poder. Esa es su escala de valores: primero el poder, después el poder, en tercer lugar el poder, y por último ya si eso la ética. Luego además se burla de la pasión castrense de Margarita Robles porque se niega a comportarse como una sicaria contra Isabel Díaz Ayuso. Por negarse a eso mismo fue purgado Juan Lobato. Pero la obediente y marcial Robles al final se plegó y ordenó retirar al ejército del desfile del 2 de mayo en Madrid. Ella ya es otro soldadito de Pedro.
La exclusiva de El Mundo ha logrado desenmascarar la verdadera personalidad de Pedro Sánchez. Esa contra la que nos llevan advirtiendo las propias fuentes socialistas desde hace una década. Claro que no es lo mismo el retrato que te hacen los demás que el autorretrato que se deriva de tus propias palabras. Ahora ya no queda un solo español que no conozca mucho mejor la catadura moral del hombre que dirige España igual que dirige el PSOE: como un señorito cortijero, que se ríe del servicio, incapaz de tolerar el debate, obsesionado con eliminar todos los obstáculos con los que topa su voluntad de poder.
Muchos lectores de El Mundo y oyentes de Cope comentaban hoy en redes lo que darían por poder mirar a través de un agujerito esta mañana las caras de Margarita Robles y Pedro Sánchez durante el Consejo de Ministros. Pues mira, yo no daría ni un euro. Porque yo sospecho que no hubiéramos visto nada raro, o sea, nada sincero. Es gente tan acostumbrado a la hipocresía que no les cuesta nada fingir normalidad, incluso cordialidad, aunque la procesión vaya por dentro. Lo único importante para ellos es el cargo, que va por fuera.
Por eso ha salido esta mañana Margarita Robles, la ministra aviar según el propio Sánchez, esbozando una enorme sonrisa ante los medios para quitar hierro al asuntillo de que su jefe se burle de ella en privado. Y ojo, no se burla de ella con cualquiera. Se está burlando con un presunto delincuente. Mira qué paradoja: el presidente del Gobierno manifiesta mucha más complicidad con un tipo que puede acabar en la cárcel que con una magistrada del Supremo (la primera de nuestra historia, por cierto). Pero qué más da: sonrisita y a seguir con el uniforme de ministra puesto. De día y de noche.
Qué tragaderas, amigos. Verdaderamente, para ser ministro de Pedro hay que valer, eh. El sanchismo hace con la dignidad lo mismo que el reactor de Chernóbil con la piel. ¿Y por qué aguantan ahí dentro?, te preguntarás. Pues hay tres opciones. La primera es el fanatismo, claro: esclavos orgullosos de sus cadenas. La segunda es la necesidad: el carguito, el coche oficial, el séquito, que te llamen ministro en los pasillos... ese plato de lentejas que es el poder y ese frío que hace fuera de la moqueta. Pero una tercera explicación, y esta es la más inquietante: el miedo a las represalias, a jaurías digitales bien orquestadas, a los dossieres privados que maneja Moncloa contra sus propios cuadros si sienten la tentación de discrepar. Y de esto también nos vamos a enterar, cuando el tinglado se desmorone".