Aunque no sepamos sus nombres

Escucha la Firma de José Luis Restán del miércoles 24 de septiembre

José Luis Restán

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Las amenazas de Putin sobre la frontera oriental de Europa nos hacen girar la vista hacia los Países Bálticos, un mundo que nos resulta más bien lejano. Sin embargo, allí trabaja una escuadrilla de cazas españoles protegiendo sus cielos de posibles incursiones. En Estonia, el país más al norte entre los Bálticos, se ha celebrado hace unos días la beatificación del jesuita Eduard Profittlich, nombrado arzobispo de Tallin en 1936, que murió en una prisión soviética en 1942. Había nacido en Alemania, pero su vocación misionera le condujo a Estonia, un país donde los católicos apenas superaban el millar en aquella época. Allí predicó, construyó iglesias, se ocupó de las familias y de los jóvenes y hasta fundó un periódico. Obtuvo la nacionalidad estonia y decidió unir para siempre su suerte a la del pueblo al que servía.

Cuando Estonia fue ocupada por las tropas rusas decidió permanecer: “lo justo es que el pastor esté junto a su pueblo, compartiendo su felicidad y su desgracia, escribió entonces a su familia; en todo lo que pueda ocurrir sé que Dios estará conmigo, así que todo irá bien, y mi vida o mi muerte serán una vida y una muerte para Cristo… ese sería el final más bonito”. Fue acusado de espionaje y actividad contrarrevolucionaria y deportado al interior de Rusia. Fue condenado a muerte, pero las torturas y las terribles condiciones de la prisión provocaron que muriese antes de ejecutarse la sentencia.

El pasado 6 de septiembre, en la plaza de La Libertad de Tallin, el cardenal Christoph Schönborn presidió su beatificación y puso en evidencia el tremendo contraste entre el desprecio total a la humanidad que representaban los gulags y la dignidad nacida de la fe con la que el P. Proffitlich se entregó a sus verdugos. No sabíamos nada de este hombre, ni de la comunidad que le sostuvo, pero somos hijos de gentes como ellos. Caminamos a hombros de gigantes, aunque no sepamos ni sus nombres.