También es religioso, aunque no lo sepa
Escucha la Firma de José Luis Restán del jueves 18 de diciembre
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El cantante Víctor Manuel es toda una leyenda para la gente de mi generación, con su voz ronca y sus letras que entreveran lírica y denuncia social con un acento de autenticidad que las hacía atractivas más allá del radio de su explícita adscripción ideológica. No es que ahora vuelva por sus fueros, es que nunca se fue… y eso tiene su encanto incluso para quienes nos sentimos tan lejos de su fe. Y digo fe porque la tiene, como la tenemos todos, porque todos afirmamos un porqué para vivir, algo fuera de nosotros mismos que da sentido a nuestra vida. Dice un Víctor Manuel ya entrado en años (como todos los que te oíamos, compañero) que “odia por igual a todas las religiones”. Pues, mira por dónde, él es también religioso, aunque no lo sepa. Lo es como todos los hombres y mujeres del mundo, que nacemos con una exigencia de verdad, de plenitud y de felicidad, que no podemos satisfacer por nosotros mismos. La cuestión, en todo caso, es en qué pone cada uno su esperanza.
Dice también en su entrevista en el diario El País, que “los nuevos misticismos” le dan “asco”. Si vamos diciendo de todo lo que nos resulta extraño o distante que nos da asco, la convivencia se hace difícil. Reconozco que yo también desconfío de algunos “misticismos” porque creo en Jesús, el Hijo de Dios que se ha hecho carne, y mi fe cristiana no me separa de la realidad, me lleva a entrar en ella hasta el fondo. Por eso las letras del asturiano me interesaban y hasta conmovían, a pesar de que él centrase su esperanza en una revolución cuyos frutos han sido bastante amargos en la historia.
No odio la búsqueda ni las esperanzas de Víctor Manuel, aunque él diga que odia las mías y las de millones de hombres y mujeres que luchan y construyen cada día. Prefiero quedarme con sus letras de amor, con su impulso de buscar la justicia. Quizás no hemos sabido mostrarle el verdadero rostro del cristianismo, o quizás él lo rechaza y punto. Pero podemos caminar juntos, Víctor Manuel, mirándonos a la cara y sin caricaturas grotescas.