El programa cristiano: un corazón que ve

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En su vibrante discurso en la isla de Lesbos, el Papa ha señalado que hoy se contraponen de manera ideológica conceptos como seguridad y solidaridad, local y universal, tradición y apertura. Para superar esas falsas dicotomías Francisco ha pedido partir de la realidad, no de imágenes preconcebidas. A eso se refería cuando citó las palabras del Patriarca Bartolomé a los refugiados hace cinco años: “el que les tiene miedo no los ha mirado a los ojos... el que les tiene miedo no ve a sus hijos”.

Es duro, pero saludable, lo que nos ha recomendado el Papa: “no escapemos rápidamente de las crudas imágenes de sus pequeños cuerpos sin vida en las playas”. Sólo desde esa mirada podremos detener, entre todos, este “naufragio de civilización” al que se ha referido Francisco, que no es sólo el de las barcazas atestadas de pobre gente, es el naufragio de la certeza que el cristianismo conquistó para los pueblos europeos de que cada vida humana es sagrada, desde su inicio hasta su final.

En estos días de Adviento, Francisco ha recordado que Dios se hizo hombre en las orillas del Mediterráneo. Se hizo hombre para mostrarnos que “nos ama como hijos y quiere que seamos hermanos”. Por eso la fe exhorta a la hospitalidad. Promover y defender la Tradición cristiana en Europa es afirmar con todas sus consecuencias que Jesús se hace presente en el forastero, en el refugiado, en el que está desnudo y hambriento. Y el programa cristiano consiste en estar donde está Jesús, y mirar como Él miraba. Francisco ha querido citar al Papa Benedicto para explicar que el programa cristiano no es la reivindicación de algunos valores aislados, “el programa cristiano es un corazón que ve”.