La Iglesia denuncia el deterioro de la democracia en Filipinas

José Luis Restán

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Prestamos muy poca atención a un país con el que nos ligan tantos vínculos históricos y espirituales como Filipinas. El próximo 9 de mayo, los filipinos están llamados a las urnas, poniendo fin a la tormentosa presidencia de Rodrigo Duterte. En una interesante entrevista concedida al portal Asia News, Monseñor Broderik Pabillo, que fue obispo auxiliar de Manila y actualmente es Vicario Apostólico de Tatay, en la isla de Palawan, señala que las situaciones de incertidumbre favorecen los liderazgos autoritarios, y crece la sensación de que la democracia y los derechos humanos son un lastre. Para los obispos filipinos las ejecuciones extrajudiciales, los abusos contra los sectores más desfavorecidos, el control sobre los órganos judiciales y la corrupción, han sido notas distintivas del Ejecutivo de Duterte, que en estos años ha respondido insultando y amenazando en tonos muy graves al episcopado filipino.

La sombra del dictador Marcos, que durante veintiún años gobernó el país, planea de nuevo sobre el escenario electoral, ya que su hijo Ferdinand encabeza las encuestas de intención de voto. De ser así, la nueva presidencia estaría más cerca de dar continuidad a las políticas de Duterte que de iniciar un proceso de renovación institucional a favor de la democracia y los derechos humanos. El compromiso de la Iglesia con la libertad y los derechos humanos fue un factor desencadenante de la caída de Marcos en 1986, pero entonces la mayoría del pueblo filipino estaba con sus pastores. El drama al que ahora debe hacer frente la Iglesia no es tanto la nefasta deriva autoritaria de la política, cuanto el hecho de que buena parte de la sociedad no se siente incómoda con el populismo autoritario de Duterte o de Marcos, mientras hace oídos sordos a los llamamientos de una Iglesia que está pagando un alto precio por su libertad frente a los poderosos.