El camino de Rolando Álvarez

José Luis Restán cuenta la historia de Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, exiliado por el régimen que asola a Nicaragua

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

A lo largo de la mañana venimos siguiendo con atención las voces de diferentes activistas de Derechos Humanos en Nicaragua, según los cuales el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, habría sido sacado de la cárcel “La Modelo” con vistas a su exilio forzoso, quizás con destino a Roma.

Recordemos que la dictadura de Ortega y Murillo ya intentó sacar a este obispo del país, pero él se negó, razón por la cual fue condenado en un juicio sin garantías a 26 años de cárcel por traición a la Patria. Además, fue despojado de su ciudadanía nicaragüense.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos exigió la semana pasada la liberación de Rolando Álvarez, y exigió a las autoridades nicaragüenses que garantizaran un trato digno mediante el acceso inmediato a servicios de salud, medicamentos y alimentación adecuada, así como el contacto con su familia y con sus abogados, ya que el detenido se encontraba en una situación de "extrema vulnerabilidad".

Quedan muchas preguntas por responder. Primero, verificar el estado en que se encuentra Monseñor Álvarez, ya que algunas noticias sobre su salud son alarmantes.

Segundo, es importante conocer si él ha aceptado esta operación, y por último, también necesitamos saber cuál será su destino y qué misión le espera a este pastor valiente, que se ha enfrentado sin otras armas que la fe y la verdad a la tiranía patética que hoy controla Nicaragua como si fuera una gran cárcel.

Que Rolando Álvarez esté en lugar seguro y recibiendo los cuidados que necesita es una noticia por la que sólo podemos felicitarnos. Que el precio vaya a ser su exilio forzoso, como el que sufrieron varios obispos del Este de Europa durante la época comunista, nos habla a las claras de la maldad del régimen de Managua.

La Iglesia, a la que monseñor Álvarez ha servido sin ahorrarse ningún sacrificio, sabrá valorar su testimonio. Ahora que hablamos, a veces un poco banalmente, de profecía, aquí tenemos uno que, no por gusto, es profeta ante los ojos del mundo.