Responder a un deseo que no se apaga

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria de la CEE, el cardenal Omella ha compartido una constatación que se abre paso en las conversaciones de los obispos con diócesis ubicadas en zonas urbanas: de unos años a aquí, estamos experimentando un creciente anhelo de Dios, “el Espíritu Santo despierta en muchos jóvenes y adultos el deseo de volver a la Iglesia y a los sacramentos, para encontrar en ellos la paz, el sosiego y la fuerza espiritual necesarios en sus vidas”. En muchos de ellos hay, además, un deseo ardiente de anunciar a Jesucristo y su Evangelio. Si esto es así, debemos estar preparados para acogerlos, para escucharlos, sanar sus heridas y acompañarlos hacia el encuentro con Cristo y con la gran familia de la Iglesia. Ante la “globalización de la superficialidad” que tantas veces domina hoy en todos los campos, “es el momento de ayudar a descubrir que nuestra vida tiene un propósito, un sentido, una meta”.

El cardenal se pregunta cómo evangelizar en la actual sociedad española, y ofrece algunas pistas: lo esencial es anunciar que Jesucristo nos revela que Dios nos ama y nos muestra un camino de vida para llegar a la comunión con Él. Los cristianos mostramos esto mediante el testimonio alegre de una vida fraterna y entregada, de una mentalidad nueva según el Evangelio. Y lo hacemos en la familia, en los barrios, en los lugares de trabajo y de reposo, también mediante el testimonio de nuestra amistad con todos en la convivencia cotidiana.

Quienes reconocen ese testimonio, deben poder encontrar en la comunidad cristiana una respuesta cotidiana a su corazón sediento, un lugar donde la oración y los sacramentos, la catequesis y la vida comunitaria, hacen posible vivir la caridad y una cultura nueva plasmada por el Evangelio. Esta es la urgencia principal para los pastores de nuestra Iglesia que se reúnen toda esta semana en asamblea, no ser una especie de martillo pilón. La denuncia y la crítica de los desvaríos de esta época son necesarias, pero dentro de la gran propuesta de la plenitud de vida que Cristo trae al hombre aquí y ahora.