828 millones de personas no pueden alimentarse dignamente en el mundo: "Antes bebíamos agua de un pantano"
La seguridad alimentaria es una de las principales preocupaciones de las ONG de desarrollo en los países del tercer mundo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La seguridad alimentaria es una de las principales preocupaciones de las ONGs de desarrollo en los países del tercer mundo. Según un informe elaborado por Naciones Unidas en 2022, ya son 828 millones de personas las que no pueden alimentarse dignamente, lo que equivale casi al 10 % de la población mundial. Según la FAO, en el mundo se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población actual. Y es que, mientras que las cifras del hambre siguen subiendo, cada día se pierden o desperdician toneladas y toneladas de alimentos.
Por eso, la ONG de desarrollo de la Iglesia en España, Manos Unidas, trabaja en fomentar y garantizar el derecho a la alimentación para poder hacer frente a las necesidades diarias de las personas. En 2022 apoyó 110 proyectos destinados a la seguridad alimentaria. Y es que en torno al 50 % de las personas que pasan hambre en el mundo son de familias agricultoras que viven en zonas rurales y trabajan la tierra.
Lo ha hecho, por ejemplo, en Mozambique, en la parroquia de Netía. Una localidad rural situada a unas 2 horas en coche de Nacala, el principal puerto del país. Es una localidad fundada alrededor de una misión creada en los años 60 por sacerdotes italianos y abandonada tras la independencia del país, en 1975. Tras unos años prácticamente abandonada, se ha convertido en una parroquia que dirige un carismático sacerdote local, el padre António Gasolina.
Alrededor de la parroquia, Gasolina ha creado una escuela de formación profesional, que quiere enseñar a los jóvenes de la zona a trabajar la tierra de forma sostenible, formándoles para que sean capaces de trabajar el día de mañana en una explotación agropecuaria. En esta escuela que, como decías, ha crecido alrededor de la parroquia, los estudiantes reciben una formación integral. La escuela cuenta con campos de cultivo, con una pequeña fábrica de compostaje e, incluso, con criaderos de animales.
Sí, porque como decía el padre Gasolina, los alumnos no solo reciben una formación teórica. La enseñanza que reciben también es práctica. De hecho, yo he podido ver cómo los alumnos alimentan a los pollos y a los cerdos que tienen en la escuela. De hecho, todo lo que produce la escuela es utilizado para el consumo de los alumnos, que viven como internos. Y los excedentes son vendidos para costear los gastos que tiene la formación de estos jóvenes.
La escuela de Netía, como todo lo que hace el padre Gasolina en la parroquia, tiene una vocación de servicio a la comunidad. Sí, él pretende que las familias de los alumnos puedan aprender también a criar y a cultivar a través de ellos. Esta escuela recibe desde hace tiempo el apoyo de Manos Unidas, que ha colaborado con ellos a través de varios proyectos.
De hecho, la transformación que ha sufrido esta pequeña parroquia rural de Mozambique es impresionante en los 8 años que lleva Gasolina al frente. Él nos contaba que, cuando él llegó, por no tener, no tenían ni agua limpia. Un problema que se solucionó gracias a la presa que construyó Manos Unidas cerca de la parroquia.
La ayuda de esta ONG, que ha financiado varios proyectos en Netía, ha mejorado mucho la vida de estas personas. Ha financiado, por ejemplo, la ampliación de las aulas, porque la escuela original se había quedado pequeña... Pero, sin duda, el cambio más grande ha sido la llegada de la electricidad. Sí, era una auténtica necesidad. Y gracias a las placas solares que Manos Unidas les instaló hace ahora un año les ha cambiado la vida.
La luz también ha revolucionado la enseñanza en las aulas. Los chicos ahora pueden utilizar ordenadores y su formación se asimila mucho más a la que ofrecen en otras escuelas con más medios. La electricidad también permite a la misión ser mucho más sostenible. Por ejemplo, ahora tienen congeladores para conservar los alimentos. Esta escuela de Mozambique contribuye a fomentar una agricultura y una ganadería respetuosas con el medio ambiente, a formar a jóvenes y darles un medio de vida digno y a mejorar las comunidades rurales en el país. Y, con la ayuda de Manos Unidas, lo tienen un poco más fácil.