El día que España guardó silencio: las horas finales de Franco y el murmullo de un país en vilo

Una recreación histórica nos traslada al 20 de noviembre de 1975 para revivir la agonía del dictador, la proclamación del Rey y el sentir de un pueblo expectante

Ignacio Juanilla Bernardo

Madrid - Publicado el

3 min lectura

La madrugada del 20 de noviembre de 1975 un silencio sobrecogedor se apodera de España. Las radios, en un susurro, anuncian la noticia que el país llevaba semanas esperando entre partes médicos y rumores. "Su excelencia, el generalísimo, acaba de fallecer", comunica Radio Nacional de España. Aunque la hora oficial se fija a las 5:20, Franco ha muerto a las 3:20. Son dos horas que el régimen ha utilizado para ajustar el relato del fin de una era, mientras los ciudadanos contienen la respiración sin saber si llorar o celebrar.

Una agonía en La Paz

Semanas antes, los pasillos del hospital La Paz de Madrid son un hervidero de batas blancas, periodistas y militares. El aire huele a desinfectante y a tensión contenida. Franco lleva varios días en coma y los partes médicos se suceden con un lenguaje críptico: "estable dentro de la gravedad". Los médicos, con una mezcla de protocolo y temor, entran y salen de la habitación en silencio, conscientes de que el destino del país depende de sus decisiones.

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Franco

En esos momentos dramáticos, el equipo médico se enfrenta a decisiones cruciales. "Se informó de la situación a la familia, por un lado, y al gobierno, por otro. Ellos aceptaron perfectamente la decisión médica, tanto de operar como de no operar", se explica sobre un escenario profundamente cambiante. Ante la extrema gravedad, se valora que, "aunque el riesgo era muy alto, operar era la única situación que podría salvar la vida momentáneamente al general Franco", y así se procedió.

Un país en coma diplomático

Mientras Franco agoniza, España vive una situación de parálisis. A miles de kilómetros, Marruecos lanza la Marcha Verde sobre el Sáhara español, abriendo una crisis diplomática sin precedentes. El país tiene a su jefe de Estado en coma clínico y al ejército dividido en dos frentes. Mientras tanto, la vida cotidiana de los españoles transcurre con el volumen al mínimo, con sueldos ajustados, colas para casi todo y la atención puesta en los partes médicos, que se siguen como una novela por entregas.

Muerte y coronación en paralelo

La confirmación de la muerte desata una actividad frenética. Los periódicos llegan a los quioscos con titulares enormes: "Ha muerto Franco", en mayúsculas, en un blanco y negro que refleja el sentir de una nación. La portada de ABC se describe como "tan solemne que hasta da miedo doblarla". En el metro y en los cafés, las conversaciones son susurros y una pregunta flota en el aire: "¿Y ahora qué?". La palabra "rey" vuelve a pronunciarse con cautela, casi como si quemara en los labios.

Durante todo el fin de semana, larguísimas colas se forman ante el Palacio de Oriente, donde se instala la capilla ardiente. Cerca de 300.000 personas desfilan ante el féretro. Algunos acuden a dar su último adiós al "caudillo", otros para cerciorarse de que el dictador ha muerto, y muchos simplemente para ser testigos directos de la historia, soportando el frío y la humedad en un desfile silencioso y multitudinario.

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Juan Carlos y Sofía

El sábado 22 de noviembre, mientras la capilla ardiente sigue abierta, el Palacio de las Cortes acoge la proclamación del nuevo monarca. En un acto de máxima solemnidad, el príncipe jura su cargo: "Juro por dios y sobre los santos evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del reino". A partir de ese momento, España tiene oficialmente un nuevo jefe de Estado, el rey Juan Carlos I. La muerte y la coronación se solapan, dibujando un escenario casi irreal.

Juro por dios y sobre los santos evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del reino"

Rey Juan Carlos

El domingo 23 de noviembre, el cortejo fúnebre avanza hacia el Valle de los Caídos. A las 14:11 horas, el féretro desciende bajo tierra, un acto con el que España entierra, literalmente, 40 años de historia y opresión. De vuelta en Madrid, el ambiente ha cambiado. Los comercios reabren, la música vuelve tímidamente a las radios y la gente, aunque todavía con miedo, empieza a respirar.

Nadie sabe a ciencia cierta qué depara el futuro, pero algo ha empezado a moverse en la sociedad española. Es el final de un silencio impuesto y el tímido comienzo de una nueva etapa, una mezcla de incertidumbre y esperanza. Se inaugura otro país, casi sin saberlo, en el silencio de cuando el miedo empieza a aflojar y el porvenir, por fin, comienza a hacer ruido.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.