"Aquí, como en Brasil, la opinión pública se divide entre quienes piden mano dura y quienes se cuestionan si el fin justifica los medios"

La comunicadora de 'La Tarde' analiza la operación policial brasileña en las favelas de Río de Janeiro con el narcotráfico

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Las imágenes de la policía brasileña entrando en dos de las favelas de Río de Janeiro y el intercambio de disparos entre los narcos y la policía han dado estos días la vuelta al mundo.

La operación en la que murieron cuatro agentes de policía se ha saldado con la muerte de 128 miembros del comando vermello, el comando rojo, el más importante de río y el segundo del país, solamente por detrás del llamado primer comando de la capital de Sao Paulo.

Una organización criminal que nació con el trapicheo de marihuana en las colinas de río, donde fueron brotando las favelas en los años 80.

Esa venta a pequeña escala se fue ampliando. Se hicieron fuertes y hoy se dedican al tráfico internacional de cocaína, marihuana y armas.

Su ejército lo forman chavales adolescentes en su mayoría. Soldados entre comillas a los que vemos en bañador y chanclas vagando por las favelas sin nada que hacer. La mayoría fumados, enganchados a la marihuana y a otras drogas.

La policía sabía que iba a encontrar resistencia. El comando impone desde hace años el terror en las favelas de Peña y Alemao bajo su control.

Fuertemente armados, sus miembros se encerraron en sus casas y disparaban desde las ventas. El intercambio de fuego duró varias horas. Los narcos llegaron a utilizar pequeñas bombas lanzadas desde drones.

El resultado es ya la operación policial más sangrienta en la historia de Brasil. Una matanza, por cierto, que no acabó con el líder del grupo.

Edgar Alves Andrade, un tipo de 55 años con un nutrido historial sanguinario a sus espaldas, logró salir con vida.

Organizaciones de derechos humanos y la propia Naciones Unidas han condenado la operación y la han definido como una masacre, como una carnicería.

La operación de la policía ha provocado además un fuerte debate a un año de la próximas elecciones generales en Brasil.

El dispositivo fue ordenado por el gobernador de Río, un político conservador a final expresidente Bolsonaro. Se hizo a espaldas del presidente Lula, a quien el operativo le pilló incomunicado a bordo de un avión volviendo de Corea del Sur tras entrevistarse con Donald Trump.

Lula reaccionó con sorpresa y con horror ante lo que estaba pasando, pero ya en su país sancionó una nueva ley que endurece las penas contra el crimen organizado.

Y es que la seguridad será uno de los asuntos estrella de la campaña electoral de ese inmenso país en el que el poder de las bandas criminales y el negocio del narcotráfico es cada día mayor.

También aquí la opinión pública se divide entre quienes piden mano dura y quienes se cuestionan si el fin justifica los medios.